Nunca he terminado una historia y tal vez jamás lo haga, pero alguna de ellas simplemente quieren un poco de luz, atención, por eso abrí este blog, para darles un pequeño espacio que no me comprometa demasiado.




lunes, 7 de julio de 2014

El mensaje del Cuervo ♔ Capitulo tres

El mensaje del Cuervo

•Capitulo tres•

Se podía decir que desde ese día había mejorado su relación con Aarón, aunque Harry no estaba seguro cómo había sucedido exactamente ya que el mago seguía burlándose de él en cuanto tenía oportunidad. No entendía cómo de pronto se sentía cómodo entorno a sus bromas e incluso había empezado a devolverlas cada vez más frecuentemente. Él no sabía los cómo o los por qué, pero sí que había desarrollado cierta confianza con Aarón desde esa noche cuando comenzó a llamarlo Lou y creía que solo iba a aumentar desde allí.

Leonore había dicho que sería como un hermano, y cada vez le gustaba más esa idea. Harry había tomado una gran desconfianza de cualquiera que quisiese molestarlo, seguía teniendo muy marcado su primera infancia con Dudley y su primera reacción hacia Aarón y Leonore había sido protegerse. Ahora estaba aprendiendo lo que realmente era una relación informal, aunque Aarón y Leonore eran en cierta forma sus maestros ellos no tenían más de veinticinco años y enseñar no era su profesión, ni iba a serlo.

Creía que había entrado más fácilmente en confianza con Leonore porque ella se veía más inofensiva, no que lo fuera realmente, pero ella había cambiado su actitud con respecto a él bastante rápido también. En cambio Aarón siempre estaba pujando su paciencia y su actitud arrogante despertaba cierta desconfianza, pero ahora estaba contento con la relación, al fin tenía algo así como un amigo. Probablemente Aarón era más bien su guardián pero nunca había sido muy exigente con lo que le daban.

Así que había caído en una agradable rutina mientras solidificaba su relación con Aarón y seguía torturando sus dedos en las clases de violín. Pero ya estaba viendo algunos resultados, en una semana sus dedos ya no se marcaban fácilmente y estaba más acostumbrado a manejar las cuerdas del instrumento aunque no había notado ninguna mejoría en sus notas. Seguían siendo chirridos de mandrágoras para él. Había terminado aceptando que dos horas diarias de práctica no eran suficientes y por las noches en vez de bajar a la biblioteca para leer un libro o charlar con su tío si es que se encontraba ahí comenzó a quedarse unas horas más practicando en su habitación.

Además de eso tenía otras obligaciones, sus clases con Aarón y Leonore ya eran rutina pero su tío solía darle clases de poesía que se convertían en soliloquios inentendibles y los domingos Leonore lo llevaba a los jardines a pintar. Él realmente era un asco en eso y de nuevo se sentía frustrado al ver con que naturalidad Leonore podía pintar cualquier cosa que se le pusiera en frente, a veces incluso haciéndolo ver mejor de lo que era en realidad.

Cierta tarde había desistido de malgastar los oleos y se acostó en la yerba mirando a Leonore pintar, el arrullo de las fuentes habían terminado adormeciéndolo y se quedó dormido sobre la hierba al poco tiempo. Cuando despertó además de tener unos bigotes pintados Leonore le había dado una pintara de él mirando el cielo, hechizada para que pestañara y el viento jugara con su cabello.

Un nudo se había formado en su garganta al verlo, nadie además de sus padres o Maxwell, le había dado algo tan bonito y que además había hecho con sus propias manos. Harry se comprometió a buscar algo con que retribuírselo. Había estado pensando en eso mientras cargaba el cuadro siguiendo a Leonore hasta la mansión cuando se sorprendió del gran revuelo que había dentro y fuera.

Cuando le preguntó a Leonore ésta quedó mirándole como si hubiera dicho que hoy era 31 de febrero.

—Es la gala de Halloween, Lawrence. No sabes ni en qué fecha vives petit. — se burló revoloteándole el cabello. — Deberías ir a prepararte, los invitados comenzaran a llegar a las ocho. — luego empezó una diatriba de cómo de tarde se le había hecho y que necesitaba un milagro para poder arreglarse rápidamente.

Harry no quería quedar atrapado con una Leonore histérica así que se dirigió a su cuarto en cuanto la chica se distrajo.

Él no estaba muy seguro de cómo había podido olvidarse de la fiesta e Halloween, este año no solo sería el aniversario de la muerte de sus padres biológicos, también vería a sus padres adoptivos en la fiesta o eso esperaba. Hace una semana había estado esperando ansiosamente el día y ahora lo había olvidado. Debía empezar a llevar una agenda.

Ni dos minutos después que había entrado en su habitación y había dejado el cuadro sobre una de las cómodas apoyado delante de unos libros gruesos, un elfo domestico apareció informándole que debía empezar a prepararse para la fiesta. No le prestó mucha atención a los comentarios del elfo y estuvo veinte minutos en la tina de baño. Cuando salió la pobre criatura chillaba y no entendió su alboroto hasta que vio la gran caja celeste sobre su cama con una dedicación de Perenelle.

Su madre le había mandado un disfraz. Harry realmente sintió un escalofrío por todo el cuerpo cuando empezó a pensar qué podría haber elegido la mujer para que vistiera. Por supuesto su imaginación palideció al compararse con las ideas de Perry y cuando desplegó el conjunto de ropas que estaba en la caja gimió lastimosamente al ver el nuevo engendro que había confeccionado su madre.

Harry realmente apreciaba el buen gusto y la imaginación de Perry, pero no cuando ella se olvidaba que su género no era asiduo de usar vestidos, menos en público. Y no era precisamente la usencia de masculinidad que eso representaba lo que le molestaba, era que llamaba demasiado la atención.

Pensó seriamente en esconderse en el cobertizo para no tener que usar esa cosa, nunca había usado un vestido en público y no quería empezar por la gala más grande que se llevaba a cabo en la casa de Maxwell. Desde su llegaba hubo algunas cenas y encuentros sociales, pero no demasiado grandes –o sea, menos de cincuenta personas. Pero las galas de Halloween de su tío eran un icono. Varias familias se habían apropiado de las fechas festivas para festejarlas con una firma particular familiar. Algunas importantes eran el Yule de los Malfoy, Walpurgis de los Rammsteiner, además, por supuesto, del Halloween en la Mansión Mour.

Luego que el elfo soltara una diatriba de cómo su amorosa madre había insistido en que usara ese disfraz, Harry terminó suspirando y le dio una última mirada asesina al atuendo y comenzó a ponérselo.

Para él era muy exasperante las capas de tela y más tela que tenía la maldita cosa, aun así había agradecido que existía la magia o si no hubiera pesado una tonelada sin los hechizos de peso pluma. Luego de arreglarse las mangas para que quedaran simétricas y que el elfo le ayudara con los zapatos, porque le hubiera sido imposible ponérselos si no, se miró al espejo y quedó choqueado con su imagen. Le había parecido extraño el patrón lleno de corazones en rojo y negro que tenía el vestido sobre el fondo blanco perlado pero recién ahora podía reconocer su personaje.

Era la reina de corazones de Alicia en el país de las maravillas.

—El señor amo Maxwell le dio esto a Riki para el joven amo Lawrence. — dijo el elfo sacándolo de su sopor y por el espejo pudo ver el frasco fino al que se refería.

—¿Qué es eso, Riki? — miró desconfiado.

—El señor amo Maxwell dijo a Riki que era para el disfraz del joven amo Lawrence. Dijo que era muy importante, joven amo Lawrence.

Harry lo tomó y olió antes de si quiera acercárselo a los labios. Apenas si podía notar que olía a almizcle por lo que no podía diferenciar las propiedades de la poción. Solo esperaba no fuese nada demasiado horrible. De un solo trago se tomó todo el liquido que parecía miel recorriéndole la garganta pero con un sabor mucho menos agradable. Le había quedado una extraña sensación en la lengua por lo que aceptó gustoso el vaso de agua que le ofrecía el elfo y cuando se lo devolvió notó algo extraño. No solo había algo que le molestaba en su vista periférica, también sentía un hormigueo en sus hombros.

Cuando Harry se miró en el espejo su mandíbula cayó unos centímetros. Enmarcando su rostro había una larga melena negra azabache y caía con unas ondas irregulares hasta su clavícula. Un sonrojo mezcla de enojo y vergüenza le subió desde el cuello hasta las orejas. ¿Es qué no podía disfrazarse de algo más normal para un niño como un pirata o un vikingo? ¿O por lo menos usar una peluca? Incluso hubiera aceptado una túnica negra y harapienta y podía decir que era un dementor.

Harry estuvo unos segundos tratando de recomponer su dignidad, convenciéndose que nadie lo conocía por lo tanto nadie le prestaría demasiada atención. Sospechaba que con su ostentoso vestido eso sería difícil, pero se limitaría a sonreír y en cuanto se presentara la oportunidad se escabulliría a alguna esquina.

Unos golpes en su puerta lo sacaran de sus cavilaciones y planes de fuga. Hizo una mueca y fue abrir encontrándose con una réplica de María Antonieta que sin duda era Leonore. Harry no se sorprendió demasiado con el atuendo que habia elegido, ella realmente estaba bellísima, pero era bastante común verla destilando elegancia femenina, hubiera sido todo un shock verla con algo sobrio… o pantalones.

Por otro lado, su maestra si quedó con la boca ligeramente abierta y pestañó como un búho un par de veces y Harry temió su reacción hasta que chilló de éxtasis y se metió en su habitación mientras alababa su vestido.

—Aunque no sabía que tenía esas gusto. — dijo después de todo su discurso de lo bien que le quedada el cabello largo y que debía mantenerlo.

—Y no los tengo. — masculló molesto. — Tampoco tengo problema con la gente que le gusta, pero me es muy incomodo usar toda esta ropa, y también las túnicas más formales. Llaman mucho la atención.

—Ese es el punto.

—Sí, pero no el mío. — Leonore los rodó los ojos y encomendó a Riki buscar algunas cosas de su habitación para arreglarle el cabello a Harry.

—Cuando Maxwell me pidió la poción para el cabello nunca me hubiera imaginado que estabas en el extremo receptor de sus maquinaciones. — bromeó la chica mientras lo peinaba y le daba forma a la masa de ondas azabaches. —Y realmente debo hablar con tu madre, ahora entiendo porque Maxwell la adora.

Harry mentalmente le rogó a Merlín y Morgana que si esas dos se encontraban no se confabularan contra él.

Una vez Leonore terminó evitó completamente volver a mirarse al espejo, prefería ignorar su aspecto cuanto fuera posible, aunque el tul de su vestido y los zapatos altos eran bastante difíciles de omitir. Por lo menos ahora tenía el cabello recogido en lo que sea que haya hecho Leonore con él. Ella estaba sopesando en ponerle maquillaje o no cuando Harry supo que debía huir o terminaría mucho peor de lo ya que estaba –y ni siquiera podía imaginarse eso.

Apuró a Leonore comentándole que los invitados ya habían comenzado a llegar y ellos debieran estar abajo recibiéndoles.

—Si mi reina. — dijo María Antonieta con una graciosa inclinación, y Harry hizo una mueca y giró sobre sus talones rumbo a las escaleras dejándola atrás.

No se había dado cuenta de que había imitado muy bien las salidas dramáticas de Leonore.

Cuando llegaron al primer piso no le sorprendió ver una gran cantidad de personas rondando ya los pasillos que antecedían al salón. Él realmente no tenía ninguna obligación de saludar formalmente a los invitados, porque aunque sea el sobrino de Maxwell no había sido presentado en sociedad, por lo tanto podía escabullirse libremente hasta la hora de la cena. En su lugar buscó a sus padres entre los desconocidos pero los disfraces no ayudaban mucho a reconocerlos.

Estaba observando a un circulo de magos que estaban charlaban cuando sintió que alguien le estaba viendo muy intensamente. No demasiado seguro de qué iba a encontrarse se giró para sorprender a su observador.

Era Aarón cuyo rostro no sabía si trasmitir diversión o sorpresa. Harry hizo una mueca, ya había previsto que tendría que aguantar a Aarón así que siguió buscando a sus padres entre la multitud.

—¿Mi reina está buscando a su caballero? — el niño rodó los ojos, esperaba no tener que vivir con ese sobrenombre por lo que quedaba del año.

—No, estoy buscando a mis padres.

—Hmm. He estado acompañando a Maxwell desde que los invitados comenzaron a llegar y al parecer aun no están aquí. Probablemente llegaran mas tarde.

—Supongo que sí. ¿Cuándo suele durar esta cosa?

—¿Ya estas pensando en irte? Que aburrido Lou.

—Quiero ver si aguantas el impulso de meterte bajo una mesa si estuvieras vestido de esta forma. — se quejó Harry.

—Yo jamás me vería también con un vestido, cuídate de los celos de Leonore. — dijo Aarón con una sonrisa ladeada. — Y que ni se te ocurra hacerle ojitos a alguien vestido así. — agregó más serio y Harry hizo una mueca para después sonreír en lo que esperaba fuera un gesto coqueto.

—¿Celoso?

—Enserio niño, nunca se sabe qué clase de invitados traerá Maxwell.

—Lo sé, no soy tan tonto. Y por cierto ¿de qué estas disfrazado? — Harry recorrió con su mirada de arriba abajo  tratando de identificar que se supone qué representaba el atuendo brilloso de Aarón.

—Soy un torero. — dijo el mayor con una sonrisa de lado y Harry alzó las cejas. — Folklore español, una especie de espectáculo o deporte donde se mata a un toro.

—Creo que escuche algo de eso antes, aunque no me hubiera imaginado que se vestían tan ridículamente.

—Cállate Lou, tú eres la reina loca de los corazones.

 Harry iba discutir eso, aunque no estaba muy seguro con que defenderse de esa acusación bastante precisa, cuando sintió una extraña sensación en el aire. Había cierta familiaridad pero no estaba seguro de cuando la había sentido antes. Estaba casi seguro que venía desde algún lugar a su espalda así que dejando a Aarón sin respuesta se giró buscando algo familiar que pudiera identificar. Deseó no haberlo hecho.

Harry recordaba muy poco su ritual de sangre, pero sin duda nunca olvidaría a quienes ayudaron a Nicolas. Uno era su padrino, el otro, un sujeto que evitaría toda su vida. El hombre siempre estaba bañado por una oscuridad que distaba mucho de la magia negra que siempre seduce a los magos que la utilizan. La energía que emanaba aquel hombre era fría, y si uno se aproximaba podía sentirla sobre la piel como miles de insectos caminando sobre ella, trazándola con sus impías garras queriendo atravesarla. Era algo obsceno e inquietante. Harry nunca había estado demasiado tiempo en su presencia, una magia tan corrupta podía manchar su núcleo en desarrollo, habían dicho sus padres. Además de que no le gustaba estar alrededor de ese sujeto, su propio instinto le susurraba que huyese.

Cuando vio que el hombre vestido en túnicas negras árabes se acercaba resistió el impulso de retroceder, mientras que a su lado Aarón también se había tensado y se movía más cerca de Harry. Eso era bastante reconfortante para el chico que había empezado a sentir el desagradable cosquillo en la piel.

—Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que te vi, Lawrence. — Dijo la voz siempre monocorde, cavernosa y susurrante que casi no parecía humana—Es bueno ver que haz crecido bien.

—Es un gusto verlo señor Abdul. — contestó Harry, tratando de mantener la cortesía aunque quería prácticamente huir de ese lugar.

—Esperaba poder encontrarte aquí, hay algo que quiero darte. —dijo encorvándose para aproximarse más a Harry y al niño realmente le hubiera gustado esconderse detrás de Aarón. —Espero lo cuides bien, Lawrence. Las voces de la oscuridad me han estado susurrando, tú debes tenerlo, cuidarlo. — su voz pareció hacerse más profunda, en un tono más siniestro y los ojos negros y opacos entre parpados cansados le miraban obsesivamente, queriendo llegar hasta su alma.

No supo en qué momento o gracias a que fuerza sus manos se alzaron a tomar lo que Abdul Alhazred le tendía porque si hubiera dependido de él jamás hubiera tocado la piel de tiza del hombre. Harry no lo notaba pero estaba temblando perceptiblemente y en ese pequeño lapsus que duró el contacto sus ojos no habían sido capaces de despegarse de las obsidianas sin brillo de árabe.

—Dele mis saludos a Maxwell. — dijo Abdul enderezándose y mirando a Aarón. — Buenas noches. — fue lo último que dijo antes de girarse en un remolino de telas negras y caminar entre los invitados sin que nadie más que ellos dos pareciese notar su lúgubre presencia.

—¿Lou? — dijo quedo Aarón, apoyando su mano en el hombro del niño que aun seguía con la vista clavada en un punto muerto. Harry casi saltó al salir del sopor y fue capaz de sentir como su cuerpo se había enfriado y temblaba. —¿Estás bien?

—Sí…— dijo Harry, aunque no sonaba nada convincente y los ojos de Aarón no dejaron de observarlo con preocupación. — Llevemos esto a mi habitación. — Harry miró el objeto en sus manos por primera vez, era un anillo viejo y sin gracia, nadie le daría más de una mirada si no fuera por el frio antinatural que emanaba la piedra opaca y la esencia de magia negra que lo envolvía dándole una descarga directo a la columna vertebral.

No tenía idea de que era ese anillo, pero estaba seguro que no era un objeto inocuo, el hecho que se lo haya dado Abdul de todas las personas sólo era más preocupante.

Ambos subieron hasta el tercer piso rápidamente, especialmente Harry que tenía una extraña necesidad de correr hasta su habitación y poder dejar allí al fin el anillo. Aarón le esperó en la puerta cuando el entró y dejó la joya en una caja de música que tenia llave. No era el mejor de los escondites, alguien lo suficientemente sensible podría sentir el aura oscura del objeto desde fuera de la habitación, pero era lo mejor que podía hacer en ese momento. Harry le echó una última mirada a la caja antes de salir acompañado de Aarón que parecía haberse recobrado de su encuentro con Abdul.

—Nunca había visto antes a ese hombre. — comentó el mayor cuando estaban volviendo al gran salón. —¿Tiene sangre de dementor o algo así? — dijo y Harry no pudo evitar reírse quedamente.

—No, es algo así como un nigromante. Me sorprendió mucho, el realmente detesta estar entre multitudes de personas.

—Creo que a ellas tampoco les gustaría estar en torno a él. Es sin duda la persona más extraña que he visto desde que estoy aquí, y Maxwell realmente tiene muchos amigos muy extraños.

—Es normal, Abdul esta sobre casi cualquier cosa o persona… hablemos de otra cosa, o voy a tener pesadillas sobre ese tipo. — masculló Harry y Aarón se rió ligeramente.

—Creo que yo también.

Harry no comentó más del tema cuando fueron a sentarse en una de las mesas redondas donde estaba Leonore. La chica les preguntó dónde habían estado pero ninguno de los dos hizo mucho por saciar su curiosidad, preferían dejar de lado su extraño encuentro por el momento. En su lugar Aarón alabó su peinado –un ostentoso tocado de blanco perla decorado por varias joyas, típico de su personaje. Leonore solo le dedicó una mortal mirada antes de aceptar el cumplido permitiendo temporalmente cambiar de tema. Harry sentado entre ambos estaba lo suficientemente distraído como para ignorar toda la conversación.

Toda la cena había estado pensando en qué significaría ese anillo. Sin duda era poderoso y tal vez maldito, pero ¿por qué Abdul iba a darle algo como eso apareciendo casi de la nada? Solo esperaba que el nigromante no estuviera intentando matarlo, él hombre estaba lo suficientemente loco como para hacer algo así solo por que los susurros de la oscuridad se lo decían. Cuando apareció el postre decidió que era mejor distraerse y empezó a observar a las demás mesas.

No había muchas que llamaron la atención. Solo una compuesta por cuatro personas de cabello casi blanco y todas con disfraces ostentosos y elegantes. Al primer que reconoció fue a Lucius Malfoy sentado junto a su esposa pero a la otra pareja no la conocía. Buscó un poco más a su hijo, Draco, pero concluyó que no había venido, era improbable que estuviera sentado en otra mesa que no fuera la de sus padres. Dejando eso del lado, pasó el resto de lo minutos sin el mejor de los humores para una fiesta.

Estaba exasperado de su atuendo y además no había encontrado a sus padres entre los invitados, así que cuando todos comenzaron a levantarse para llenar la pista de baile se escabulló a un rincón hasta que pudo escapar del salón. Estaba por volver a su habitación cuando recordó que el siniestro anillo estaba allí, así que se desvió al jardín que estaba prácticamente vacío. Prácticamente porque cuando se sentó en uno de los bancos frente a la fuente de Apolo, vio que estaba allí un hombre disfrazado de guardia real mirando distraídamente las estrellas.

Inconscientemente lo imitó y comenzó a observar las constelaciones repasando distraídamente algunos de los nombres. A él le gustaba realmente la astrología, había una belleza innegable en las estrellas y un misticismo de muchas eras. Repasó la historia del Corvus e Hidra mientras escuchaba la banda interpretando a Bach por varios minutos hasta que un carraspeo a su lado le sacó de sus pensamientos.

Harry estaba sentando con la cabeza apoyada completamente en el respaldo del banco y no movió más que sus ojos para ver el hombre vestido de guardia ingles a su lado. Se preguntó porque la gente simplemente no lo ignoraba pero luego recordó el vestido que llevaba.

—No es un poco joven para que esté sola por el jardín a esta hora. — dijo con una profunda voz y Harry le miró un momento en silencio antes de enderezarse y contestar.

—Probablemente. — articuló con pereza, más interesado en definir porque ese sujeto le parecía conocido que dar una respuesta.

No se dio cuenta hasta que notó que los ojos eran como mercurio liquido, muy parecidos a los que recordaba de Draco. Siguió escrutándolo mientras iba notando muchas similitudes con Lucius Malfoy. Su cabello era el mismo, largo, lacio y platinado, solo que lo llevaba atado a un lado con un perezoso moño. Y aunque se veía un poco más joven y menos severo, sus ojos eran igual de ilegibles.

—Y… ¿Usted quien es? — preguntó un momento después, buscando validar su hipótesis. El hombre solo sonrió.

—Todos me llaman Lancelot.

—Eso no me dice mucho. — dijo Harry, bastante frustrado.

No vía qué mas añadir, además que no estaba particularmente de humor para socializar, por lo que iba a volver su atención a las estrellas, pero notó que algo faltaba. Era indefinible, como si todo ese tiempo hubiera tenido una capellina sobre los hombres y ahora de pronto desaparecía de la nada. Sus ojos fueron al hombre que un estaba bastante cerca, observando la fuente, y algo en su interior le decía que él era el culpable de ese vacío.

Harry se incorporó y probó acercarse para asegurarse que su presentimiento era verdadero, fue bastante extraño cuando a medida que se aproximaba a Lancelot algo parcia escurrírsele por la piel. Era una sensación sutil e indecible, una mezcla del instinto que le decía que estaba desprotegido y una molestia estomacal por ansiedad.

—Usted se siente raro. — dijo estudiando el perfil del hombre que se giró a mirarlo interesado.

—¿Ah sí?

—Sí. — contestó distraídamente mirando su mano, tal vez solo lo estaba imaginando, pero a pesar que era difícil captar que faltaba, estaba seguro que algo no estaba bien.

Rozó un par de veces sus dedos tratando de entender de donde venía esa sensación cuando lo notó. Siempre que el friccionaba sus manos había una pequeña y cálida estática mágica, una costumbre que le había quedado de sus días con los Dursley cuando se moría de frio estando bajo las escaleras porque Petunia apagaba la calefacción de la sala. Él ahora no sentía nada eso, era como si la magia que siempre estaba envolviéndolo de pronto se había ido. Por eso el vacio, la ansiedad subconsciente… era angustia, perdida.

—¿¡Que estás haciendo!? — pidió más exigentemente, abrazándose a sí mismo como si así atara físicamente su magia. —Estas tomando la magia. — en ese momento los ojos gris sin duda traslucieron sorpresa.

Harry retrocedió casi tres metros sin dejar de observar al hombre que se había quedado petrificado observándolo a un lado de la fuente. Ahora que observaba, las luces de luciérnagas de varios colores que siempre bailaban entorno a Apolo evitaban estar cerca de ese hombre.

—Es sorprendente que lo notes. — dijo luego de unos segundos, recompuesto y con expresión cerrada. — Solo algunos maestros y aquellos que estén fuertemente familiarizados con su magia pueden notar como se dispersa. Y la mayoría tarda bastante en darse cuenta de donde viene el vacío.

—¿Dispersión? — preguntó Harry, aliviado de que no estaba tomando su magia o expulsándola. El hombre rubio asintió mirando el agua correr. —¿Cómo puedes hacer eso?

—Algo de habilidad natural y bastante práctica.

—Nunca había escuchado de un talento como ese. — dijo Harry acercándose, inseguro, cada paso parecía aumentar el vacio en su estomago.

—Bueno, es más que nada un secreto. — le sonrió Lancelot. —No muchos van a ser felices si saben que existe algo como eso.

—¿Y cómo lo aprendiste entonces? — dijo Harry, su voz convirtiéndose en mas aniñada, como solía hacerla para ganarse una porción extra del pastel de Perenelle.

—Como ya dije, es un secreto.

—¿Y si juro mantenerlo? — presionó mirándole con grandes ojos verdes y haciendo a Lancelot sonreír. Estaba desobedeciendo a Aarón pero realmente no podía contener su curiosidad.

—Tal vez podría decirte un poco, si además me concedes un baile. — Harry hizo una mueca, no muy satisfecho con esa parte.

—Si bailamos aquí está bien, pero debes prometer que dirás la verdad.

—Acepto. — dijo con una sonrisa el mayor tendiéndole la mano y Harry dudó un momento antes de tomarla. Por un momento había esperando algo parecido al sobrenatural tacto de Abdul pero no sintió nada más excepto la piel calidad del hombre.

Se acercó y puso su otra mano sobre el hombre de Lancelot y luego de que él tomara su cintura comenzaron el vals escuchando la música de Bach que se filtraba desde el salón. Harry no estaba demasiado cómodo con la situación, estaba casi completamente seguro que el hombre pensaba que era una niña, y él no estaba seguro de querer corregirlo, era más conveniente que siguiera con esa idea. A pesar de eso, era bastante extraño bailar en la posición de una mujer, eso nunca lo había hecho y le sorprendió lo rápido que había tomado el ritmo que imponía Lancelot; aunque eso no evitó que se sonrojara de vergüenza de solo pensar en ser descubierto.

La música había cesado en un entretiempo y ambos se detuvieron, Harry se alejó del mayor sintiéndose extraño cuando este dejo ir lentamente su mano. Era bastante exasperante y vergonzosa la situación, le sorprendía a sí mismo no haber perdido su genio hace rato. Al parecer había cosechado bastante paciencia luego de lidiar con Aarón y Leonore.

—Juro decir la verdad y solo la verdad en esta conversación. — dijo Lancelot primero.

—Juro no revelar nada de lo que me digan o vea aquí y ahora. — prosiguió Harry y sintió una respuesta de su magia, nada grave, solo le recordaría que esto era un secreto.

—¿Nunca te has preguntado como los muggles cazaron tantas brujas en la edad media y en las cruzadas? — comenzó Lancelot tomando asiento.

—Hm ¿con juicios injustos y torturas inhumanas? — preguntó/contestó Harry sentándose a su lado.

—¿Pero como los capturaron para empezar? ¿Cómo pelearon contra ellos si la magia les da tanta ventaja? — Harry pensó un momento antes de hincarse de hombros. — Bueno, la iglesia cristiana decidió que era mejor sacrificar algunos de sus sacerdotes a favor de poder luchar contra las brujas y magos, o sea, darles algo que consideraban sobrenatural y prohibido para pelear fuego con fuego.

—Aja, ¿Entonces ellos inventaron la “dispersión de la magia”?

—Por supuesto que no. Ellos solo encontraron un libro que hablaba de esa antigua técnica, pero también decía que solo algunas personas podrían llegar a utilizarlo.  Aquellos que no fueran mágicos pero que podrían serlo.

—¿Eh? ¿Qué sería eso?

—Bastante obvio en realidad. — dijo con un gesto lacónico Lancelot. — Los squib. Los cristianos empezaron a buscar aquellos repudiados por los magos y enseñarles la antimagia.

—No eran los más originales con los nombres.

—No realmente. Pero una vez que empezaron a enseñarles pudieron luchar contra los magos de una forma mas equilibrada. Podían quitarles la magia estando en su presencia y de esa forma podían atacarlos en igualdad de condiciones.

—Eso explica muy buen como acabaron con tantos de nosotros en la antigüedad. — masculló mas para si Harry. —¿Y que hicieron los magos?

—Obviamente con el tiempo se dieron cuenta que no todos lo clericós podían “Exorcizarlos”, como lo llamaban los muggle. Fue bastante tiempo después que notaron que algunos de los cazadores que les perseguían eran los mismos squid que ellos habían repudiado al exilio; más aún aceptar que podían hacer magia, o algo similar a ella. En ese momento otra cacería de personas comenzó, magos contra squid.

—Por eso odio la historia. Siempre es tan bélica. — se quejó el niño y Lancelot se rio. — Y lo peor es que siempre se repite. El ser humano es asqueroso.

—Bueno pequeña misántropa, la historia aun no termina.

—Entonces ¿cómo sigue?

—Al final los magos ganaron, paso mucho tiempo hasta que a los squid se les permitía vivir y no eran robados de sus padres y asesinados aun siendo niños. — Harry hizo una mueca de asco y tristeza y luego miró la fuente y se dio cuenta de una cosa en ese momento.

—Entonces eres un squid. ¿Pero como aprendiste la antimagia si eso fue hace tanto?

—Aunque trataron de acabar con aquel conocimiento ya se había escurrido a las manos de la realeza. En esos años se pactaron los grandes tratados entre el gobierno muggle y el mágico. Uno de los acuerdos era que se necesitaba una forma de “regulación” para asegurar que los magos no se beneficiaran imprudentemente de los muggle. Así que se creo una fuerza especial que era capaz de detener a los magos y brujas pero que estaba de parte de gobierno muggle. ¿No te parece parcial que solo los aurores y sus homólogos se encarguen de eso? — el niño de hincó de hombros y siguió escuchando, la verdad nunca lo había pensado. —De cualquier forma solo se ocupan de los casos especiales.

—O sea, ¿cuándo molestan a alguien importante, verdad? — Lancelot sonrió y asintió. — ¿Así que eres parte de una policía de elite? — preguntó después de cavilar un momento.

—Básicamente si, aunque es más bien una organización.

—¿Y tu sola presencia dispersa la magia? —se dio cuenta Harry, viéndolo impresionado.

—Si, un poco. Pero en realidad las personas no suelen notarlo conscientemente. — Harry asintió aunque en realidad no lo entendía, para el había sido algo aunque sutil, lo suficientemente trascendente como para notarlo, hubiera pensado que un adulto acostumbrado a su magia lo identificaría instantáneamente.

—¿Podrías mostrármelo? — preguntó Harry, asiendo ojitos y sonrió internamente de suficiencia cuando Lancelot asintió.

—Podría, tal vez con otro baile. — dijo pensativamente y el niño hizo una mueca ¿qué había de especial en bailar? Pensó. Lo sopesó un momento antes de decidir que era un precio justo si con eso veía la antimagia.

—Bien, pero que sea algo bueno. — aceptó y el adulto sonrió por su clara molestia infantil.

Lancelot cerró un momento sus ojos mientras Harry le miraba expectante. No sabía lo que esperaba, pero un así le sorprendió lo que hizo. Cuando el hombre comenzó a silbar Harry estuvo por protestar, eso no podía tener nada de especial, y ahora que lo pensaba ¿cómo se daba cuenta de que algo estaba ocurriendo? Esa pregunta se respondió muy rápido. Instantáneamente la sensación de abandono que sentía internamente aumento, en los minutos que había estado escuchando a Lancelot se había acostumbrado bastante a ella así que debía haber aumentado considerablemente para volver a sentirla con tanta intensidad.

Además, unos segundos después cuando estaba concentradamente mirando los labios fruncidos del mayor captó otra cosa. Forzó su vista en la semipenumbra del patio para poder ver algo parecía salir de entre los labios y se dispersaba como las ondas del agua en una fuente. Era trasparente y apenas perceptible, así que debió acercarse más para notar cómo modificaba el aire por donde se escurría y se llevaba la magia que flotaba en el aire. Supuso que la antimagia de alguna forma neutralizaba la energía desarticulándola entre si, como las ondas que de pronto eran interferidas y desarticuladas por otras de mayor intensidad que las cortaban.

En algún momento Lancelot volvió abrir lo ojos y la sorpresa estaba en ellos. Harry supuso que era por su proximidad pero cuando quiso volver a su lugar se dio cuenta que estaba mareado y su cabeza parecía pesarle demasiado a su cuello.

—Sangras. — dijo de pronto el adulto y Harry pestañó confundido hasta que relacionó el comentario con la humedad que sentía sobre su boca.

Cuando llevó la mano ahí se dio cuenta que era su nariz la que sangraba pero su mente estaba tan desconectada que no le sorprendía para nada. Distraídamente pensó que era mejor si su vestido no se ensuciaba y puso la cabeza hacia atrás. En algún momento Lancelot había sacado un pañuelo y le había limpiado mientras Harry miraba las estrellas con las pupilas dilatadas.

—¡Lawrence! — escuchó de pronto, y aunque le asustó un poco no apartó su vista de cielo ni notó que Lancelot se había alejado. —¿Qué…?— Aarón de pronto estaba en su campo visual y al sentirlo detrás de él se recostó contra el chico. Estaba bastante cansado en ese momento, quería acostarse. —¿Que ocurrió? — demando Aarón mirando a Lancelot.

—No lo sé. — contestó el rubio, con un tono completamente ajeno a lo que había estado utilizando con él. Era amable pero indiferente. —Estábamos hablando cuando…él se descompuso. — dijo guardándose todos los detalles bajo una cara de póker, incluso que había pensado que Harry era una niña.

—¿Cómo estas Lou? — pidió Aarón tomándolo de los hombros hasta acomodarlo y cargarlo como un niño a pesar del incomodo vestido.

—Hmmm, quiero dormir. — masculló Harry, apoyando su cabeza contra el hombro del chico y cerrando los ojos.

Escuchó que Aarón dijo que no cerrara los ojos, que se mantuviera despierto, pero no pudo hacerlo y tampoco le importó caer profundamente dormido un segundo después.

No hay comentarios:

Publicar un comentario