El mensaje del Cuervo
•Capitulo tres•
Se podía decir que desde ese día había mejorado su relación
con Aarón, aunque Harry no estaba seguro cómo había sucedido exactamente ya que
el mago seguía burlándose de él en cuanto tenía oportunidad. No entendía cómo
de pronto se sentía cómodo entorno a sus bromas e incluso había empezado a
devolverlas cada vez más frecuentemente. Él no sabía los cómo o los por qué,
pero sí que había desarrollado cierta confianza con Aarón desde esa noche
cuando comenzó a llamarlo Lou y creía que solo iba a aumentar desde allí.
Leonore había dicho que sería como un hermano, y cada vez le
gustaba más esa idea. Harry había tomado una gran desconfianza de cualquiera
que quisiese molestarlo, seguía teniendo muy marcado su primera infancia con
Dudley y su primera reacción hacia Aarón y Leonore había sido protegerse. Ahora
estaba aprendiendo lo que realmente era una relación informal, aunque Aarón y
Leonore eran en cierta forma sus maestros ellos no tenían más de veinticinco
años y enseñar no era su profesión, ni iba a serlo.
Creía que había entrado más fácilmente en confianza con
Leonore porque ella se veía más inofensiva, no que lo fuera realmente, pero
ella había cambiado su actitud con respecto a él bastante rápido también. En cambio
Aarón siempre estaba pujando su paciencia y su actitud arrogante despertaba cierta
desconfianza, pero ahora estaba contento con la relación, al fin tenía algo así
como un amigo. Probablemente Aarón era más bien su guardián pero nunca había
sido muy exigente con lo que le daban.
Así que había caído en una agradable rutina mientras
solidificaba su relación con Aarón y seguía torturando sus dedos en las clases
de violín. Pero ya estaba viendo algunos resultados, en una semana sus dedos ya
no se marcaban fácilmente y estaba más acostumbrado a manejar las cuerdas del
instrumento aunque no había notado ninguna mejoría en sus notas. Seguían siendo
chirridos de mandrágoras para él. Había terminado aceptando que dos horas
diarias de práctica no eran suficientes y por las noches en vez de bajar a la
biblioteca para leer un libro o charlar con su tío si es que se encontraba ahí
comenzó a quedarse unas horas más practicando en su habitación.
Además de eso tenía otras obligaciones, sus clases con Aarón
y Leonore ya eran rutina pero su tío solía darle clases de poesía que se
convertían en soliloquios inentendibles y los domingos Leonore lo llevaba a los
jardines a pintar. Él realmente era un asco en eso y de nuevo se sentía
frustrado al ver con que naturalidad Leonore podía pintar cualquier cosa que se
le pusiera en frente, a veces incluso haciéndolo ver mejor de lo que era en
realidad.
Cierta tarde había desistido de malgastar los oleos y se
acostó en la yerba mirando a Leonore pintar, el arrullo de las fuentes habían
terminado adormeciéndolo y se quedó dormido sobre la hierba al poco tiempo. Cuando
despertó además de tener unos bigotes pintados Leonore le había dado una
pintara de él mirando el cielo, hechizada para que pestañara y el viento jugara
con su cabello.
Un nudo se había formado en su garganta al verlo, nadie
además de sus padres o Maxwell, le había dado algo tan bonito y que además
había hecho con sus propias manos. Harry se comprometió a buscar algo con que
retribuírselo. Había estado pensando en eso mientras cargaba el cuadro
siguiendo a Leonore hasta la mansión cuando se sorprendió del gran revuelo que
había dentro y fuera.
Cuando le preguntó a Leonore ésta quedó mirándole como si
hubiera dicho que hoy era 31 de febrero.
—Es la gala de Halloween, Lawrence. No sabes ni en qué fecha
vives petit. — se burló revoloteándole el cabello. — Deberías ir a prepararte,
los invitados comenzaran a llegar a las ocho. — luego empezó una diatriba de
cómo de tarde se le había hecho y que necesitaba un milagro para poder
arreglarse rápidamente.
Harry no quería quedar atrapado con una Leonore histérica
así que se dirigió a su cuarto en cuanto la chica se distrajo.
Él no estaba muy seguro de cómo había podido olvidarse de la
fiesta e Halloween, este año no solo sería el aniversario de la muerte de sus
padres biológicos, también vería a sus padres
adoptivos en la fiesta o eso esperaba. Hace una semana había estado esperando
ansiosamente el día y ahora lo había olvidado. Debía empezar a llevar una
agenda.
Ni dos minutos después que había entrado en su habitación y
había dejado el cuadro sobre una de las cómodas apoyado delante de unos libros
gruesos, un elfo domestico apareció informándole que debía empezar a prepararse
para la fiesta. No le prestó mucha atención a los comentarios del elfo y estuvo
veinte minutos en la tina de baño. Cuando salió la pobre criatura chillaba y no
entendió su alboroto hasta que vio la gran caja celeste sobre su cama con una
dedicación de Perenelle.
Su madre le había mandado un disfraz. Harry realmente sintió
un escalofrío por todo el cuerpo cuando empezó a pensar qué podría haber
elegido la mujer para que vistiera. Por supuesto su imaginación palideció al
compararse con las ideas de Perry y cuando desplegó el conjunto de ropas que
estaba en la caja gimió lastimosamente al ver el nuevo engendro que había
confeccionado su madre.
Harry realmente apreciaba el buen gusto y la imaginación de Perry,
pero no cuando ella se olvidaba que su género no era asiduo de usar vestidos,
menos en público. Y no era precisamente la usencia de masculinidad que eso
representaba lo que le molestaba, era que llamaba demasiado la atención.
Pensó seriamente en esconderse en el cobertizo para no tener
que usar esa cosa, nunca había usado un vestido en público y no quería empezar
por la gala más grande que se llevaba a cabo en la casa de Maxwell. Desde su
llegaba hubo algunas cenas y encuentros sociales, pero no demasiado grandes –o
sea, menos de cincuenta personas. Pero las galas de Halloween de su tío eran un
icono. Varias familias se habían apropiado de las fechas festivas para
festejarlas con una firma particular familiar. Algunas importantes eran el Yule
de los Malfoy, Walpurgis de los Rammsteiner, además, por supuesto, del Halloween
en la Mansión Mour.
Luego que el elfo soltara una diatriba de cómo su amorosa
madre había insistido en que usara ese disfraz, Harry terminó suspirando y le
dio una última mirada asesina al atuendo y comenzó a ponérselo.
Para él era muy exasperante las capas de tela y más tela que
tenía la maldita cosa, aun así había agradecido que existía la magia o si no
hubiera pesado una tonelada sin los hechizos de peso pluma. Luego de arreglarse
las mangas para que quedaran simétricas y que el elfo le ayudara con los
zapatos, porque le hubiera sido imposible ponérselos si no, se miró al espejo y
quedó choqueado con su imagen. Le había parecido extraño el patrón lleno de
corazones en rojo y negro que tenía el vestido sobre el fondo blanco perlado
pero recién ahora podía reconocer su personaje.
Era la reina de corazones de Alicia en el país de las maravillas.
—El señor amo Maxwell le dio esto a Riki para el joven amo
Lawrence. — dijo el elfo sacándolo de su sopor y por el espejo pudo ver el
frasco fino al que se refería.
—¿Qué es eso, Riki? — miró desconfiado.
—El señor amo Maxwell dijo a Riki que era para el disfraz
del joven amo Lawrence. Dijo que era muy importante, joven amo Lawrence.
Harry lo tomó y olió antes de si quiera acercárselo a los
labios. Apenas si podía notar que olía a almizcle por lo que no podía
diferenciar las propiedades de la poción. Solo esperaba no fuese nada demasiado
horrible. De un solo trago se tomó todo el liquido que parecía miel recorriéndole
la garganta pero con un sabor mucho menos agradable. Le había quedado una
extraña sensación en la lengua por lo que aceptó gustoso el vaso de agua que le
ofrecía el elfo y cuando se lo devolvió notó algo extraño. No solo había algo
que le molestaba en su vista periférica, también sentía un hormigueo en sus
hombros.
Cuando Harry se miró en el espejo su mandíbula cayó unos
centímetros. Enmarcando su rostro había una larga melena negra azabache y caía
con unas ondas irregulares hasta su clavícula. Un sonrojo mezcla de enojo y
vergüenza le subió desde el cuello hasta las orejas. ¿Es qué no podía
disfrazarse de algo más normal para un niño como un pirata o un vikingo? ¿O por
lo menos usar una peluca? Incluso hubiera aceptado una túnica negra y harapienta
y podía decir que era un dementor.
Harry estuvo unos segundos tratando de recomponer su
dignidad, convenciéndose que nadie lo conocía por lo tanto nadie le prestaría
demasiada atención. Sospechaba que con su ostentoso vestido eso sería difícil,
pero se limitaría a sonreír y en cuanto se presentara la oportunidad se
escabulliría a alguna esquina.
Unos golpes en su puerta lo sacaran de sus cavilaciones y
planes de fuga. Hizo una mueca y fue abrir encontrándose con una réplica de
María Antonieta que sin duda era Leonore. Harry no se sorprendió demasiado con el
atuendo que habia elegido, ella realmente estaba bellísima, pero era bastante
común verla destilando elegancia femenina, hubiera sido todo un shock verla con
algo sobrio… o pantalones.
Por otro lado, su maestra si quedó con la boca ligeramente
abierta y pestañó como un búho un par de veces y Harry temió su reacción hasta
que chilló de éxtasis y se metió en su habitación mientras alababa su vestido.
—Aunque no sabía que tenía esas gusto. — dijo después de
todo su discurso de lo bien que le quedada el cabello largo y que debía
mantenerlo.
—Y no los tengo. — masculló molesto. — Tampoco tengo
problema con la gente que le gusta, pero me es muy incomodo usar toda esta
ropa, y también las túnicas más formales. Llaman mucho la atención.
—Ese es el punto.
—Sí, pero no el mío. — Leonore los rodó los ojos y encomendó
a Riki buscar algunas cosas de su habitación para arreglarle el cabello a
Harry.
—Cuando Maxwell me pidió la poción para el cabello nunca me
hubiera imaginado que estabas en el extremo receptor de sus maquinaciones. —
bromeó la chica mientras lo peinaba y le daba forma a la masa de ondas
azabaches. —Y realmente debo hablar con tu madre, ahora entiendo porque Maxwell
la adora.
Harry mentalmente le rogó a Merlín y Morgana que si esas dos
se encontraban no se confabularan contra él.
Una vez Leonore terminó evitó completamente volver a mirarse
al espejo, prefería ignorar su aspecto cuanto fuera posible, aunque el tul de
su vestido y los zapatos altos eran bastante difíciles de omitir. Por lo menos
ahora tenía el cabello recogido en lo que sea que haya hecho Leonore con él.
Ella estaba sopesando en ponerle maquillaje o no cuando Harry supo que debía
huir o terminaría mucho peor de lo ya que estaba –y ni siquiera podía
imaginarse eso.
Apuró a Leonore comentándole que los invitados ya habían
comenzado a llegar y ellos debieran estar abajo recibiéndoles.
—Si mi reina. — dijo María Antonieta con una graciosa
inclinación, y Harry hizo una mueca y giró sobre sus talones rumbo a las
escaleras dejándola atrás.
No se había dado cuenta de que había imitado muy bien las
salidas dramáticas de Leonore.
Cuando llegaron al primer piso no le sorprendió ver una gran
cantidad de personas rondando ya los pasillos que antecedían al salón. Él
realmente no tenía ninguna obligación de saludar formalmente a los invitados,
porque aunque sea el sobrino de Maxwell no había sido presentado en sociedad,
por lo tanto podía escabullirse libremente hasta la hora de la cena. En su
lugar buscó a sus padres entre los desconocidos pero los disfraces no ayudaban
mucho a reconocerlos.
Estaba observando a un circulo de magos que estaban charlaban
cuando sintió que alguien le estaba viendo muy intensamente. No demasiado
seguro de qué iba a encontrarse se giró para sorprender a su observador.
Era Aarón cuyo rostro no sabía si trasmitir diversión o sorpresa.
Harry hizo una mueca, ya había previsto que tendría que aguantar a Aarón así
que siguió buscando a sus padres entre la multitud.
—¿Mi reina está buscando a su caballero? — el niño rodó los
ojos, esperaba no tener que vivir con ese sobrenombre por lo que quedaba del
año.
—No, estoy buscando a mis padres.
—Hmm. He estado acompañando a Maxwell desde que los
invitados comenzaron a llegar y al parecer aun no están aquí. Probablemente llegaran
mas tarde.
—Supongo que sí. ¿Cuándo suele durar esta cosa?
—¿Ya estas pensando en irte? Que aburrido Lou.
—Quiero ver si aguantas el impulso de meterte bajo una mesa
si estuvieras vestido de esta forma. — se quejó Harry.
—Yo jamás me vería también con un vestido, cuídate de los
celos de Leonore. — dijo Aarón con una sonrisa ladeada. — Y que ni se te ocurra
hacerle ojitos a alguien vestido así. — agregó más serio y Harry hizo una mueca
para después sonreír en lo que esperaba fuera un gesto coqueto.
—¿Celoso?
—Enserio niño, nunca se sabe qué clase de invitados traerá
Maxwell.
—Lo sé, no soy tan tonto. Y por cierto ¿de qué estas
disfrazado? — Harry recorrió con su mirada de arriba abajo tratando de identificar que se supone qué
representaba el atuendo brilloso de Aarón.
—Soy un torero. — dijo el mayor con una sonrisa de lado y
Harry alzó las cejas. — Folklore español, una especie de espectáculo o deporte
donde se mata a un toro.
—Creo que escuche algo de eso antes, aunque no me hubiera
imaginado que se vestían tan ridículamente.
—Cállate Lou, tú eres la reina loca de los corazones.
Harry iba discutir
eso, aunque no estaba muy seguro con que defenderse de esa acusación bastante
precisa, cuando sintió una extraña sensación en el aire. Había cierta familiaridad
pero no estaba seguro de cuando la había sentido antes. Estaba casi seguro que
venía desde algún lugar a su espalda así que dejando a Aarón sin respuesta se
giró buscando algo familiar que pudiera identificar. Deseó no haberlo hecho.
Harry recordaba muy poco su ritual de sangre, pero sin duda
nunca olvidaría a quienes ayudaron a Nicolas. Uno era su padrino, el otro, un
sujeto que evitaría toda su vida. El hombre siempre estaba bañado por una
oscuridad que distaba mucho de la magia negra que siempre seduce a los magos
que la utilizan. La energía que emanaba aquel hombre era fría, y si uno se
aproximaba podía sentirla sobre la piel como miles de insectos caminando sobre
ella, trazándola con sus impías garras queriendo atravesarla. Era algo obsceno
e inquietante. Harry nunca había estado demasiado tiempo en su presencia, una
magia tan corrupta podía manchar su núcleo en desarrollo, habían dicho sus
padres. Además de que no le gustaba estar alrededor de ese sujeto, su propio
instinto le susurraba que huyese.
Cuando vio que el hombre vestido en túnicas negras árabes se
acercaba resistió el impulso de retroceder, mientras que a su lado Aarón
también se había tensado y se movía más cerca de Harry. Eso era bastante
reconfortante para el chico que había empezado a sentir el desagradable
cosquillo en la piel.
—Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que te vi,
Lawrence. — Dijo la voz siempre monocorde, cavernosa y susurrante que casi no
parecía humana—Es bueno ver que haz crecido bien.
—Es un gusto verlo señor Abdul. — contestó Harry, tratando
de mantener la cortesía aunque quería prácticamente huir de ese lugar.
—Esperaba poder encontrarte aquí, hay algo que quiero darte.
—dijo encorvándose para aproximarse más a Harry y al niño realmente le hubiera
gustado esconderse detrás de Aarón. —Espero lo cuides bien, Lawrence. Las voces
de la oscuridad me han estado susurrando, tú debes tenerlo, cuidarlo. — su voz
pareció hacerse más profunda, en un tono más siniestro y los ojos negros y
opacos entre parpados cansados le miraban obsesivamente, queriendo llegar hasta
su alma.
No supo en qué momento o gracias a que fuerza sus manos se
alzaron a tomar lo que Abdul Alhazred le tendía porque si hubiera dependido de
él jamás hubiera tocado la piel de tiza del hombre. Harry no lo notaba pero
estaba temblando perceptiblemente y en ese pequeño lapsus que duró el contacto
sus ojos no habían sido capaces de despegarse de las obsidianas sin brillo de
árabe.
—Dele mis saludos a Maxwell. — dijo Abdul enderezándose y
mirando a Aarón. — Buenas noches. — fue lo último que dijo antes de girarse en
un remolino de telas negras y caminar entre los invitados sin que nadie más que
ellos dos pareciese notar su lúgubre presencia.
—¿Lou? — dijo quedo Aarón, apoyando su mano en el hombro del
niño que aun seguía con la vista clavada en un punto muerto. Harry casi saltó
al salir del sopor y fue capaz de sentir como su cuerpo se había enfriado y
temblaba. —¿Estás bien?
—Sí…— dijo Harry, aunque no sonaba nada convincente y los
ojos de Aarón no dejaron de observarlo con preocupación. — Llevemos esto a mi
habitación. — Harry miró el objeto en sus manos por primera vez, era un anillo
viejo y sin gracia, nadie le daría más de una mirada si no fuera por el frio
antinatural que emanaba la piedra opaca y la esencia de magia negra que lo
envolvía dándole una descarga directo a la columna vertebral.
No tenía idea de que era ese anillo, pero estaba seguro que
no era un objeto inocuo, el hecho que se lo haya dado Abdul de todas las
personas sólo era más preocupante.
Ambos subieron hasta el tercer piso rápidamente,
especialmente Harry que tenía una extraña necesidad de correr hasta su
habitación y poder dejar allí al fin el anillo. Aarón le esperó en la puerta
cuando el entró y dejó la joya en una caja de música que tenia llave. No era el
mejor de los escondites, alguien lo suficientemente sensible podría sentir el
aura oscura del objeto desde fuera de la habitación, pero era lo mejor que
podía hacer en ese momento. Harry le echó una última mirada a la caja antes de
salir acompañado de Aarón que parecía haberse recobrado de su encuentro con
Abdul.
—Nunca había visto antes a ese hombre. — comentó el mayor
cuando estaban volviendo al gran salón. —¿Tiene sangre de dementor o algo así? —
dijo y Harry no pudo evitar reírse quedamente.
—No, es algo así como un nigromante. Me sorprendió mucho, el
realmente detesta estar entre multitudes de personas.
—Creo que a ellas tampoco les gustaría estar en torno a él. Es
sin duda la persona más extraña que he visto desde que estoy aquí, y Maxwell
realmente tiene muchos amigos muy extraños.
—Es normal, Abdul esta sobre casi cualquier cosa o persona…
hablemos de otra cosa, o voy a tener pesadillas sobre ese tipo. — masculló
Harry y Aarón se rió ligeramente.
—Creo que yo también.
Harry no comentó más del tema cuando fueron a sentarse en
una de las mesas redondas donde estaba Leonore. La chica les preguntó dónde
habían estado pero ninguno de los dos hizo mucho por saciar su curiosidad,
preferían dejar de lado su extraño encuentro por el momento. En su lugar Aarón
alabó su peinado –un ostentoso tocado de blanco perla decorado por varias joyas,
típico de su personaje. Leonore solo le dedicó una mortal mirada antes de
aceptar el cumplido permitiendo temporalmente cambiar de tema. Harry sentado
entre ambos estaba lo suficientemente distraído como para ignorar toda la
conversación.
Toda la cena había estado pensando en qué significaría ese
anillo. Sin duda era poderoso y tal vez maldito, pero ¿por qué Abdul iba a
darle algo como eso apareciendo casi de la nada? Solo esperaba que el
nigromante no estuviera intentando matarlo, él hombre estaba lo suficientemente
loco como para hacer algo así solo por que los
susurros de la oscuridad se lo decían. Cuando apareció el postre decidió
que era mejor distraerse y empezó a observar a las demás mesas.
No había muchas que llamaron la atención. Solo una compuesta
por cuatro personas de cabello casi blanco y todas con disfraces ostentosos y
elegantes. Al primer que reconoció fue a Lucius Malfoy sentado junto a su
esposa pero a la otra pareja no la conocía. Buscó un poco más a su hijo, Draco,
pero concluyó que no había venido, era improbable que estuviera sentado en otra
mesa que no fuera la de sus padres. Dejando eso del lado, pasó el resto de lo
minutos sin el mejor de los humores para una fiesta.
Estaba exasperado de su atuendo y además no había encontrado
a sus padres entre los invitados, así que cuando todos comenzaron a levantarse
para llenar la pista de baile se escabulló a un rincón hasta que pudo escapar
del salón. Estaba por volver a su habitación cuando recordó que el siniestro
anillo estaba allí, así que se desvió al jardín que estaba prácticamente vacío.
Prácticamente porque cuando se sentó en uno de los bancos frente a la fuente de
Apolo, vio que estaba allí un hombre disfrazado de guardia real mirando
distraídamente las estrellas.
Inconscientemente lo imitó y comenzó a observar las
constelaciones repasando distraídamente algunos de los nombres. A él le gustaba
realmente la astrología, había una belleza innegable en las estrellas y un
misticismo de muchas eras. Repasó la historia del Corvus e Hidra mientras
escuchaba la banda interpretando a Bach por varios minutos hasta que un
carraspeo a su lado le sacó de sus pensamientos.
Harry estaba sentando con la cabeza apoyada completamente en
el respaldo del banco y no movió más que sus ojos para ver el hombre vestido de
guardia ingles a su lado. Se preguntó porque la gente simplemente no lo
ignoraba pero luego recordó el vestido que llevaba.
—No es un poco joven para que esté sola por el jardín a esta
hora. — dijo con una profunda voz y Harry le miró un momento en silencio antes
de enderezarse y contestar.
—Probablemente. — articuló con pereza, más interesado en
definir porque ese sujeto le parecía conocido que dar una respuesta.
No se dio cuenta hasta que notó que los ojos eran como
mercurio liquido, muy parecidos a los que recordaba de Draco. Siguió
escrutándolo mientras iba notando muchas similitudes con Lucius Malfoy. Su
cabello era el mismo, largo, lacio y platinado, solo que lo llevaba atado a un
lado con un perezoso moño. Y aunque se veía un poco más joven y menos severo,
sus ojos eran igual de ilegibles.
—Y… ¿Usted quien es? — preguntó un momento después, buscando
validar su hipótesis. El hombre solo sonrió.
—Todos me llaman Lancelot.
—Eso no me dice mucho. — dijo Harry, bastante frustrado.
No vía qué mas añadir, además que no estaba particularmente
de humor para socializar, por lo que iba a volver su atención a las estrellas,
pero notó que algo faltaba. Era indefinible, como si todo ese tiempo hubiera
tenido una capellina sobre los hombres y ahora de pronto desaparecía de la
nada. Sus ojos fueron al hombre que un estaba bastante cerca, observando la
fuente, y algo en su interior le decía que él era el culpable de ese vacío.
Harry se incorporó y probó acercarse para asegurarse que su
presentimiento era verdadero, fue bastante extraño cuando a medida que se
aproximaba a Lancelot algo parcia escurrírsele por la piel. Era una sensación
sutil e indecible, una mezcla del instinto que le decía que estaba desprotegido
y una molestia estomacal por ansiedad.
—Usted se siente raro. — dijo estudiando el perfil del
hombre que se giró a mirarlo interesado.
—¿Ah sí?
—Sí. — contestó distraídamente mirando su mano, tal vez solo
lo estaba imaginando, pero a pesar que era difícil captar que faltaba, estaba
seguro que algo no estaba bien.
Rozó un par de veces sus dedos tratando de entender de donde
venía esa sensación cuando lo notó. Siempre que el friccionaba sus manos había
una pequeña y cálida estática mágica, una costumbre que le había quedado de sus
días con los Dursley cuando se moría de frio estando bajo las escaleras porque
Petunia apagaba la calefacción de la sala. Él ahora no sentía nada eso, era
como si la magia que siempre estaba envolviéndolo de pronto se había ido. Por
eso el vacio, la ansiedad subconsciente… era angustia, perdida.
—¿¡Que estás haciendo!? — pidió más exigentemente,
abrazándose a sí mismo como si así atara físicamente su magia. —Estas tomando
la magia. — en ese momento los ojos gris sin duda traslucieron sorpresa.
Harry retrocedió casi tres metros sin dejar de observar al
hombre que se había quedado petrificado observándolo a un lado de la fuente.
Ahora que observaba, las luces de luciérnagas de varios colores que siempre
bailaban entorno a Apolo evitaban estar cerca de ese hombre.
—Es sorprendente que lo notes. — dijo luego de unos segundos,
recompuesto y con expresión cerrada. — Solo algunos maestros y aquellos que
estén fuertemente familiarizados con su magia pueden notar como se dispersa. Y
la mayoría tarda bastante en darse cuenta de donde viene el vacío.
—¿Dispersión? — preguntó Harry, aliviado de que no estaba
tomando su magia o expulsándola. El hombre rubio asintió mirando el agua
correr. —¿Cómo puedes hacer eso?
—Algo de habilidad natural y bastante práctica.
—Nunca había escuchado de un talento como ese. — dijo Harry
acercándose, inseguro, cada paso parecía aumentar el vacio en su estomago.
—Bueno, es más que nada un secreto. — le sonrió Lancelot. —No
muchos van a ser felices si saben que existe algo como eso.
—¿Y cómo lo aprendiste entonces? — dijo Harry, su voz
convirtiéndose en mas aniñada, como solía hacerla para ganarse una porción extra
del pastel de Perenelle.
—Como ya dije, es un secreto.
—¿Y si juro mantenerlo? — presionó mirándole con grandes
ojos verdes y haciendo a Lancelot sonreír. Estaba desobedeciendo a Aarón pero
realmente no podía contener su curiosidad.
—Tal vez podría decirte un poco, si además me concedes un
baile. — Harry hizo una mueca, no muy satisfecho con esa parte.
—Si bailamos aquí está bien, pero debes prometer que dirás
la verdad.
—Acepto. — dijo con una sonrisa el mayor tendiéndole la mano
y Harry dudó un momento antes de tomarla. Por un momento había esperando algo
parecido al sobrenatural tacto de Abdul pero no sintió nada más excepto la piel
calidad del hombre.
Se acercó y puso su otra mano sobre el hombre de Lancelot y
luego de que él tomara su cintura comenzaron el vals escuchando la música de
Bach que se filtraba desde el salón. Harry no estaba demasiado cómodo con la
situación, estaba casi completamente seguro que el hombre pensaba que era una
niña, y él no estaba seguro de querer corregirlo, era más conveniente que siguiera
con esa idea. A pesar de eso, era bastante extraño bailar en la posición de una
mujer, eso nunca lo había hecho y le sorprendió lo rápido que había tomado el
ritmo que imponía Lancelot; aunque eso no evitó que se sonrojara de vergüenza
de solo pensar en ser descubierto.
La música había cesado en un entretiempo y ambos se
detuvieron, Harry se alejó del mayor sintiéndose extraño cuando este dejo ir
lentamente su mano. Era bastante exasperante y vergonzosa la situación, le
sorprendía a sí mismo no haber perdido su genio hace rato. Al parecer había
cosechado bastante paciencia luego de lidiar con Aarón y Leonore.
—Juro decir la verdad y solo la verdad en esta conversación.
— dijo Lancelot primero.
—Juro no revelar nada de lo que me digan o vea aquí y ahora.
— prosiguió Harry y sintió una respuesta de su magia, nada grave, solo le
recordaría que esto era un secreto.
—¿Nunca te has preguntado como los muggles cazaron tantas
brujas en la edad media y en las cruzadas? — comenzó Lancelot tomando asiento.
—Hm ¿con juicios injustos y torturas inhumanas? —
preguntó/contestó Harry sentándose a su lado.
—¿Pero como los capturaron para empezar? ¿Cómo pelearon
contra ellos si la magia les da tanta ventaja? — Harry pensó un momento antes
de hincarse de hombros. — Bueno, la iglesia cristiana decidió que era mejor
sacrificar algunos de sus sacerdotes a favor de poder luchar contra las brujas
y magos, o sea, darles algo que consideraban sobrenatural y prohibido para
pelear fuego con fuego.
—Aja, ¿Entonces ellos inventaron la “dispersión de la
magia”?
—Por supuesto que no. Ellos solo encontraron un libro que
hablaba de esa antigua técnica, pero también decía que solo algunas personas
podrían llegar a utilizarlo. Aquellos
que no fueran mágicos pero que podrían serlo.
—¿Eh? ¿Qué sería eso?
—Bastante obvio en realidad. — dijo con un gesto lacónico
Lancelot. — Los squib. Los cristianos empezaron a buscar aquellos repudiados
por los magos y enseñarles la antimagia.
—No eran los más originales con los nombres.
—No realmente. Pero una vez que empezaron a enseñarles
pudieron luchar contra los magos de una forma mas equilibrada. Podían quitarles
la magia estando en su presencia y de esa forma podían atacarlos en igualdad de
condiciones.
—Eso explica muy buen como acabaron con tantos de nosotros
en la antigüedad. — masculló mas para si Harry. —¿Y que hicieron los magos?
—Obviamente con el tiempo se dieron cuenta que no todos lo
clericós podían “Exorcizarlos”, como
lo llamaban los muggle. Fue bastante tiempo después que notaron que algunos de
los cazadores que les perseguían eran
los mismos squid que ellos habían repudiado al exilio; más aún aceptar que
podían hacer magia, o algo similar a ella. En ese momento otra cacería de
personas comenzó, magos contra squid.
—Por eso odio la historia. Siempre es tan bélica. — se quejó
el niño y Lancelot se rio. — Y lo peor es que siempre se repite. El ser humano
es asqueroso.
—Bueno pequeña misántropa, la historia aun no termina.
—Entonces ¿cómo sigue?
—Al final los magos ganaron, paso mucho tiempo hasta que a
los squid se les permitía vivir y no eran robados de sus padres y asesinados
aun siendo niños. — Harry hizo una mueca de asco y tristeza y luego miró la
fuente y se dio cuenta de una cosa en ese momento.
—Entonces eres un squid. ¿Pero como aprendiste la antimagia si eso fue hace tanto?
—Aunque trataron de acabar con aquel conocimiento ya se
había escurrido a las manos de la realeza. En esos años se pactaron los grandes
tratados entre el gobierno muggle y el mágico. Uno de los acuerdos era que se
necesitaba una forma de “regulación” para asegurar que los magos no se
beneficiaran imprudentemente de los muggle. Así que se creo una fuerza especial
que era capaz de detener a los magos y brujas pero que estaba de parte de
gobierno muggle. ¿No te parece parcial que solo los aurores y sus homólogos se
encarguen de eso? — el niño de hincó de hombros y siguió escuchando, la verdad
nunca lo había pensado. —De cualquier forma solo se ocupan de los casos especiales.
—O sea, ¿cuándo molestan a alguien importante, verdad? —
Lancelot sonrió y asintió. — ¿Así que eres parte de una policía de elite? —
preguntó después de cavilar un momento.
—Básicamente si, aunque es más bien una organización.
—¿Y tu sola presencia dispersa la magia? —se dio cuenta
Harry, viéndolo impresionado.
—Si, un poco. Pero en realidad las personas no suelen
notarlo conscientemente. — Harry asintió aunque en realidad no lo entendía,
para el había sido algo aunque sutil, lo suficientemente trascendente como para
notarlo, hubiera pensado que un adulto acostumbrado a su magia lo identificaría
instantáneamente.
—¿Podrías mostrármelo? — preguntó Harry, asiendo ojitos y
sonrió internamente de suficiencia cuando Lancelot asintió.
—Podría, tal vez con otro baile. — dijo pensativamente y el
niño hizo una mueca ¿qué había de especial en bailar? Pensó. Lo sopesó un
momento antes de decidir que era un precio justo si con eso veía la antimagia.
—Bien, pero que sea algo bueno. — aceptó y el adulto sonrió
por su clara molestia infantil.
Lancelot cerró un momento sus ojos mientras Harry le miraba
expectante. No sabía lo que esperaba, pero un así le sorprendió lo que hizo.
Cuando el hombre comenzó a silbar Harry estuvo por protestar, eso no podía
tener nada de especial, y ahora que lo pensaba ¿cómo se daba cuenta de que algo
estaba ocurriendo? Esa pregunta se respondió muy rápido. Instantáneamente la
sensación de abandono que sentía internamente aumento, en los minutos que había
estado escuchando a Lancelot se había acostumbrado bastante a ella así que debía
haber aumentado considerablemente para volver a sentirla con tanta intensidad.
Además, unos segundos después cuando estaba concentradamente
mirando los labios fruncidos del mayor captó otra cosa. Forzó su vista en la semipenumbra
del patio para poder ver algo parecía salir de entre los labios y se dispersaba
como las ondas del agua en una fuente. Era trasparente y apenas perceptible,
así que debió acercarse más para notar cómo modificaba el aire por donde se
escurría y se llevaba la magia que flotaba en el aire. Supuso que la antimagia de alguna forma neutralizaba
la energía desarticulándola entre si, como las ondas que de pronto eran
interferidas y desarticuladas por otras de mayor intensidad que las cortaban.
En algún momento Lancelot volvió abrir lo ojos y la sorpresa
estaba en ellos. Harry supuso que era por su proximidad pero cuando quiso
volver a su lugar se dio cuenta que estaba mareado y su cabeza parecía pesarle
demasiado a su cuello.
—Sangras. — dijo de pronto el adulto y Harry pestañó
confundido hasta que relacionó el comentario con la humedad que sentía sobre su
boca.
Cuando llevó la mano ahí se dio cuenta que era su nariz la
que sangraba pero su mente estaba tan desconectada que no le sorprendía para
nada. Distraídamente pensó que era mejor si su vestido no se ensuciaba y puso
la cabeza hacia atrás. En algún momento Lancelot había sacado un pañuelo y le
había limpiado mientras Harry miraba las estrellas con las pupilas dilatadas.
—¡Lawrence! — escuchó de pronto, y aunque le asustó un poco
no apartó su vista de cielo ni notó que Lancelot se había alejado. —¿Qué…?—
Aarón de pronto estaba en su campo visual y al sentirlo detrás de él se recostó
contra el chico. Estaba bastante cansado en ese momento, quería acostarse. —¿Que
ocurrió? — demando Aarón mirando a Lancelot.
—No lo sé. — contestó el rubio, con un tono completamente
ajeno a lo que había estado utilizando con él. Era amable pero indiferente. —Estábamos
hablando cuando…él se descompuso. — dijo guardándose todos los detalles bajo
una cara de póker, incluso que había pensado que Harry era una niña.
—¿Cómo estas Lou? — pidió Aarón tomándolo de los hombros
hasta acomodarlo y cargarlo como un niño a pesar del incomodo vestido.
—Hmmm, quiero dormir. — masculló Harry, apoyando su cabeza
contra el hombro del chico y cerrando los ojos.
Escuchó que Aarón dijo que no cerrara los ojos, que se
mantuviera despierto, pero no pudo hacerlo y tampoco le importó caer profundamente
dormido un segundo después.
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