Nunca he terminado una historia y tal vez jamás lo haga, pero alguna de ellas simplemente quieren un poco de luz, atención, por eso abrí este blog, para darles un pequeño espacio que no me comprometa demasiado.




lunes, 10 de febrero de 2014

El mensaje del Cuervo ♔ Capitulo dos

El mensaje del Cuervo

•Capitulo dos•

Había pasado menos de un mes desde su cumpleaños y Harry estaba más que consiente que sus padres estaban teniendo una discordancia. Podía apostar que Nicolás había tenido una idea, según él, fabulosa y que Perry la consideraba más que inaceptable; era solo cuestión de tiempo para que Harry se enterara del asunto en cuestión y realmente no le sorprendería si él estaba en medio.


Lo que sí le sorprendió fue que Nicolás hubiese ganado, especialmente cuando supo de lo que se trataba.

Como era de esperarse para mantener su cuartaba, Lawrence le Blanc necesitaba de un padrino, y sus padres habían elegido a su viejo amigo, Maxwell Mour, para llevar el papel. Él hombre había sido amigo por muchísimos años de Perry y Nicolás (más de un siglo), y considerado por su madre casi un hermano. Harry no estaba al tanto de la antigua vida del hombre pero sabía algunos detalles. Nicolás compartía el Elixir de la Vida con él, era un libertino purasangre francés, y abiertamente homosexual. Harry no tenía ni un problema por eso, en realidad para él la homosexualidad no tenía ninguna diferencia con la heterosexualidad, era simplemente una preferencia. Además el hombre era divertido, ocurrente y no tan denso como sus padres. Había sido –y un era –escritor y cuando los visitaba solía contarle maravillosas historia a Harry, mucho mejores que las novelas permitidas por Perry –por supuesto a escondidas de ella.

Por lo que tenía sentimientos encontrado con el plan de Nicolás, el cual era, a primera instancia bastante sencillo. Había notado que Harry tenía casi un nulo contacto con la sociedad, y esto podía ser muy problemático a la larga, Nicolás le había dado mil razones a Perenelle entre ellas que podían usar su ignorancia e ingenuidad para lastimarlo y que estaba dejando a su precioso hijo desprotegido contra la naturaleza de la sociedad ya que no iba a poder tenerlo entre sus brazos, protegiéndolo, por siempre. También había admitido que él no estaba del todo contento pero era la mejor solución ya que ellos no disponían del tiempo para tomar a Harry en sus viajes y tampoco podía abrir su casa para las fiestas y galas sociales, que sería una excelente experiencia.

Por supuesto, todo esto solo significaba que iba a pasar tiempo con el tío Maxwell y por ende participar en sus eventos sociales a lo largo del año. Sus padres no habían dicho cuanto tiempo duraría este arreglo, así que Harry estaba ansioso por empezar y a la vez nervioso de los cambios que se avecinaban, se había acostumbrado demasiado a la vida casi en cautiverio donde como mucho hablaba con los aprendices de Perenelle y Nicolás y algunas visitas ocasionales, sería un gran cambio la ajetreada vida de si padrino.

Además Maxwell vivía en Francia y aunque podía leer perfectamente el idioma hablarlo era un asunto distinto; así que los últimos dos días, en los que sus padres arreglaban los últimos detalles de su mudanza, en la casa solo se permitía hablar en francés. Harry tuvo épicos dolores de cabeza, aunque la historia de cómo le habían enseñado a Ebby el idioma valió la pena.

Fue martes cuando Maxwell legó a la casa y luego de almorzar con familia él y Harry habían usado en traslador internacional en la sala de apariciones.

Cuando Harry se despidió de su madre tuvo que hacer un gran esfuerzo en disimular en nudo en su garganta y mantener sus ojos secos, sin mucho éxito. Había estado feliz de tomar aire lejos de sus padres, pero aun así los extrañaría demasiado. Nunca había sido afectivo con Nicolás, pero admiraba profundamente al hombre, él lo había rescatado, dándole además una familia cuando si lo hubiera abandonado en las calles Harry ya hubiera estado feliz, también le dio su sangre, un nuevo futuro, conocimientos y recursos. Él le había dado una madre. Jamás podría pagárselo y todo lo que podía hacer era nunca defraudarlo.

No pudo contenerse de abrazar al alquimista al pensar en eso y cuando se alejó reprimió un sollozo, los intensos ojos de Nicolás eran abrumadores. También le había dado un padre.

Enderezó su espalda y se puso a un lado de Maxwell. Él iba hacer el mejor hijo y hacer a sus padres orgullosos.

~

Desde el primer día había sido chocante el cambio en la casa de Maxwell, su tío tenía una ostentosa mansión, una antigua casa de campo que había pertenecido a los Delfines antes de la Revolución Francesa. La historia muggle decía que el edificio se había perdido en 1792; pero había sido salvado por una antigua familia purasangre que había tenido unos estrechos lazos con la entonces monarquía. A diferencia de la arquitectura oscura de la casa de los Flamel, con sus muebles de caoba y tapizados en verde y azul oscuro, casi medievales; la casa de Maxwell tenía el clásico estilo de Versalles, tan brillante que Harry tuvo un momento difícil para acostumbrarse a tanta luz, toda la mansión parecía la habitación donde Perenelle coleccionaba sus joyas.

Además de eso, estaba lleno de personas que iban y venían por los pasillos todo el tiempo. Él sabía que Maxwell siempre tomaba protegidos, magos de capacidades espectaculares rechazados por la sociedad en su mayoría, o repudiados de sus familias. Era un filántropo según algunos, un depravado según los más conservacionistas.

Se pasó el día recorriendo el palacio, tratando de memorizar el laberinto de pasillos y las diferentes habitaciones que iba a usar diariamente. Lo más importante a recordad era que en la planta baja estaban las habitaciones comunes, la sala de galas, el comedor grande, un living ostentoso y amplio con vista a los jardines y la cocina. En el primer piso estaban las habitaciones de los huéspedes o protegidos de Maxwell y una sala de entretenimientos, entre otras habitaciones como pequeñas salas y estudios. El tercer piso era el más personal y pocas personas tenían acceso a él, ahí estaba su habitación y la de Maxwell entre la de otros pocos. Había un altillo del que no sabía mucho y un sótano donde la verdadera biblioteca se escondía.

El resto de la tarde Harry se la pasó desempacando en su habitación con la ayuda de un elfo domestico de la mansión y cerca de las siete fue convocado al salón de ese mismo piso para la cena. El lugar seguía con el estilo francés de toda la casa pero era más acogedor e informal que el gran salón. Al entrar notó que además de su tío había dos personas más. Una bella mujer de cabello casi blanco, ojos aguamarina y piel acanelada y un hombre de procedencia egipcia, o eso parecía con sus ojos delineados y piel morena, junto con unos rasgos exóticos enmarcados por cabellos tan negros y alborotados como los suyos.

Ambos eran abrumadoramente hermosos y lo miraban con curiosidad evidente. Maxwell señaló el asiento entre él y la joven rubia y luego de una inclinación cortes se sentó.

—Lawrence, estos son mis dos genios. — dijo alegremente Maxwell. — Aarón Hamid y Duprie Toulouse, ellos se encargaran de tu formación. — Harry hizo todo lo posible por no mirar sospechosamente a la mujer que se llamaba Duprie, estaba casi seguro que era un nombre completamente masculino, en su lugar asintió hacia el joven de ojos ambarinos y delineados y luego hacia la chica, que llevaba un bello pañuelo alrededor del cuello. — Él es mi ahijado Lawrence Le Blanc, como ya saben, se quedará por un tiempo y espero hagan todo lo posible para que sea un tiempo agradable. — terminó Mour.

Duprie le sonrió como Narcisa había hecho, una expresión tan encantadora como artificial y Aarón fue un poco más sincero en su sonrisa ladeada, aunque no podía dejar de compararlo con un lobo en plena cacería.

La cena se llevó en términos formales y corteses siendo Maxwell el más activo en la conversación, contándole a Harry los próximos eventos, haciendo especial hincapié en la gala del 31 de octubre, una fiesta de disfraces que era el emblema característico de la mansión Mour.

—Si quieres una espectacular tragicomedia, mezclá nobles, alcohol y antifaces, es una fórmula infalible. — dijo Maxwell y luego siguió hablando de cómo los grandes escritores lo habían utilizado, empezando por Shakespeare hasta los más contemporáneos que caían en el cliché.

Cuando llegaron al postre, que tenía un extraño gusto que Harry no pudo identificar, hasta que lo relacionó con el alcohol, que probablemente era coñac. Quedó anonadado un momento pensando que su madre se desmallaría y luego le sonrió a Maxwell que sólo le guineó un ojo.

Poco antes de que se retiraran, su tío empezó a darles las instrucciones para el día siguiente. Al parecer su horario no estaría severamente modificado, se levantaría a las 11 y tendría clases de pociones y música con Duprie. Harry trató de argumentar para zafarse de aquello, pero fue inútil, el hombre estaba completamente decidió y dijo que ningún sobrino suyo iba a ser un ignorante del arte de la música; y para su fastidio iba a tener clases de pintura y poesía además.

Y él que pensaba que iba a poder escaparse de las interminables horas de lecciones y estudio.

Luego, por la tarde tendría clases de práctica de hechizos y transfiguración con Aarón. Por lo menos después de las ocho de la noche tendría vía libre para hacer lo que deseara. Maxwell le había dado permiso de bajar a la biblioteca diciéndole que esperaba que su buen criterio fuese suficiente para mantenerlo lejos de los volúmenes más cuestionables y peligrosos, por lo menos por ahora. También podía salir al jardín que tenía millas y millas de arreglos florales, fuentes y luego bosque.

Harry hizo una nota mental de esperar dos semanas antes de pedirle a Maxwell tener una escoba. Se sentía extasiado solo de pensarlo.

~

La primera semana fue, no la peor semana de su vida, pero si los Dursley no hubieran mancillado su infancia lo hubiera sido. Su primera clase con Duprie fue un fracaso total, ni bien había tratado de saludarle luego del desayuno, insociables ojos aguamarina habían caído en él, y si las miradas fueran hechizos, esos ojos le hubieran lanzado un Avada Kedavra.

—Señorita Leonore para ti. — le dijo, y Harry estuvo seguro que si se equivocaba una vez más perdería los dedos con la tapa del piano, y no por un accidente. Además ¿cómo se suponía que sabría que debía llamarla así si Maxwell nunca lo menciono? Cómo sea, él tendría más cuidado desde ahora.

Las clases de pociones habían sido una tortura, pero por lo menos él estaba bien informado del tema, había sido el ayudante de Nicolás por años y había aprendido varios trucos, pero cada vez que soguería algo a la chica ésta le miraba desinteresadamente –como si fuera un insecto –y decía:

—Hazlo como dicen las notas… exactamente como dicen las notas. — había sido todo un re aprendizaje bastante exasperante.

Pero eso no podía comparase con las clases de música, en las que realmente quería golpearse la cabeza contra las teclas del piano para probar si eso producía un ruido más tolerable. Era muy frustrante sentirse tan inútil y torpe, y los comentarios escariosos de Leonore no precisamente ayudaban, aunque si motivaban su terca determinación.

Por lo menos tenía que agradecer que Aarón fuera tolerable, aunque el hombre era también exasperante tratándolo como un niño. Hasta había adquirido la costumbre de palmearle la cabeza cuando lograba un hechizo funcionara o una transfiguración aceptable ¡solo Perry tenía el derecho de tratarlo como un cachorro!

Afortunadamente el lunes de su segunda semana había aprendido un nuevo truco. Sabía que Leonore era una reina del drama, no hacía falta mucha perspicacia para notarlo, así que decidió seguirle la corriente y algo desesperado comenzó a llamarle mi Lady. La joven primero le miró sospechosamente pero no comentó nada, Harry aceptó eso como un visto bueno y siguió haciéndolo añadiendo algunos detalles corteses. Primero no había sido demasiado pero sin duda Leonore se había mostrado más paciente desde ese momento.

Cuando Harry le corrió la silla para que tomara siento en la mesa, la chica le sonrió encantada y el niño supo que ya la tenía en su mano. Maxwell le sonrió orgulloso y cenaron en un ambiente mucho más ameno. Y aunque la situación había mejorado aún tenía que ocuparse de Aarón.

Paso varios días cavilando como podía revertir la situación y viendo que sus tácticas de mantenerse estoico no habían funcionado en lo más mínimo debía cambiar de estrategia. Incluso el joven había tenido el descaro de pellizcarle la nariz. Harry había decidido que si la siguiente táctica no funcionaba iba a pedirle ayuda a Leonore. Pero antes tenía que jugar su última carta, si Aarón quería tratarlo como un niño él le daría el gusto, un gusto empalagoso.

La idea había surgido luego de encontrar la sección de libros muggle en la biblioteca de Maxwell, y más específicamente uno muy extraño que relataba la historia de una niña de doce años que buscaba seducir al prometido de su hermana mayor. Harry leyó todo la historia, escondido en un rincón entre los estantes con la cara ardiéndole de pudor. Como mínimo podía decir que había sido un libro muy esclarecedor, y aunque tenía fe de que funcionaria tuvo que esperar dos semanas para juntar el coraje suficiente para llevarlo a cabo –y mucha practica en frente al espejo.

Era miércoles cuando decidió que era hora de poner su plan en marcha.

Se encontró con Aarón en la habitación que usualmente ocupaban para sus prácticas y cuando el chico se acercó para acariciarle la nariz, Harry pensó en una escena particularmente escandalosa del libro para ruborizarse y luego girarse para esconder el rostro. Siguió con esa táctica cada vez que estaba cerca de Aarón.

El principio tenía que ser muy sutil, así que tenía que equilibrar sus sonrojos con su molestia hacia su improvisado maestro. Solo rezaba a Merlín no haber sido muy obvio, o no soportaría la vergüenza. Decidió que había funcionado cuando al día siguiente Aarón no se acercó a pellizcar su cara y sólo le palmeo la cabeza. Podría muy bien haberlo dejado ahí, pero la venganza era tan dulce y tentadora.

Al día siguiente tuvo particular cuidado de pararse unos centímetros más cerca de lo que haría normalmente, también se quedó mirando los ojos ambarinos de Aarón cada vez que este le explicaba cómo hacer las florituras con la varita, exudando fascinación, lo cual no era muy difícil de fingir ya que eran de un dorado cristalino muy llamativo, además le parecía muy divertido como el mayor corría de vez en cuando sus ojos cuando hacía esto. El sábado de esa misma semana Leonore había llamado a Maxwell y Aarón para escuchar la primera canción aceptable que Harry interpretaría en el piano.

Mientras tocaba una versión bastante simple de For Elise, miró en cierto momento a su reducido público para encontrar a un orgulloso Maxwell y un atento Aarón que le observaban. Emuló la sonrisa encantadora de Leonore y buscó los ojos de Aarón antes de volver su vista a las teclas.

Leonore le dio una astuta mirada cuando había terminado y al día siguiente lo interrogó mientras se ocupaban de una poción.

—Así que, petit, ¿estás acosando a Aarón? — dijo y Harry casi se cortó un dedo mientras picaba raíces de jengibre.

—Situaciones desesperadas medidas desesperadas. — masculló Harry, volviendo a su tarea.

—Sí, él puede ser verdaderamente desesperante, pero es tan tierno, piensa que el sobrino de Maxwell terminó con un flechazo por él. ¿Qué sigue en tu plan? Creo que Maxwell quiere mantener tu virginidad intacta por un par de años más.

—¡Por Merlín, no! Solo quería que deje de molestarme y tratarme como si fuera un cachorro.

—Oh, es que le caes bien, él puede hacer tu vida miserable si tiene ganas de hacerlo. Piensa que te ganaste un hermano mayor o algo así. —Harry hizo una mueca considerando eso, no lo había pensado así. —Además el incesto es tan lindo. — el niño negó con la cabeza, Leonore no solo era una reina del drama, también amaba los desvaríos histriónicos.

Después de eso, Harry comenzó a interrogarla sobre la poción que ella estaba haciendo para cambiar de tema y Leonore se lo permitió. Cuando habían terminado y se dirigían a almorzar Leonore apoyó su mano sobre el hombro de Harry y dijo apenas más alto que un susurro:

—Solo recuerda que si juegas con fuego, puedes terminar quemado.

—Lo sé. — contestó el niño.

Harry estaba consciente de los efectos colaterales que podía tener su plan, de por si el libro que había leído no tenía un final feliz. Él estaba bailando en un escenario muy impredecible, solo tenía la ventaja que estaba sobre Aarón en la jerarquía de Maxwell. Aun así la incertidumbre solo lo seducía más para seguir con su pequeña venganza, el solo había estado jugando, si terminaba ahora Aarón nunca sabría que realmente había ocurrido ahí y esa no era la idea –aunque era divertido verlo tan desconcertado y torpe.

Cuando Leonore y Harry entraron en la sala de música, Maxwell estaba ahí, esperándoles con una sonrisa y algo escondido en su espalda.

—Harry, tienes unos dedos fabulosos y un buen oído. — dijo su tío. — Así que te propongo un trato. — Harry asintió, mirando curiosamente al hombre. — Tocá un clásico para mí, y entre mejor sea la interpretación mejor será la escoba que te daré.

Harry no pudo evitar abrir sus ojos por la sorpresa, él llevaba dos meses viviendo con Maxwell y aunque le había pedido una escoba luego de un tiempo, como planeó, su tío sólo hizo una mueca y dijo que lo consideraría más adelante; Harry en ese momento supo que le iba a costar caro convencerlo, pero ahora esto era una sorpresa, tal vez un con mes de practica él podría…

Sus esperanzas se fueron cuando Maxwell puso enfrente a él un violín. Harry lo miró haciendo un puchero. Aprendía a tocar el piano y el hombre le traía un violín. Desde su espalda escuchó la risita disimulada de Leonore.

—¿Aceptas? — dijo Maxwell con una sonrisa ladeada y Harry asintió y estrechó la mano de su tío.

—Acepto. — tomó el violín, dándose cuenta que las cuerdas eran muy finas y estaban fuertemente tensadas. Esto iba a doler.

Dos horas de lecciones más tarde, Leonore estaba colocándole un ungüento de su propia fabricación y vendándole los dedos. El maldito violín era casi un instrumento de tortura, no habían pasado quince minutos desde que empezó cuando sintió escocer uno de sus dedos y se sorprendió un poco al notar un corte sangrante ahí. Cuando le preguntó a Leonore si podía curarlo ella se negó.

—Los hechizos de curación terminan endureciendo la piel si se aplican repetidamente, los dedos de un violinista deben evitar los callos, o éstos perderán la sensibilidad necesaria. Tampoco se pueden anestesiar, debes ser completamente capas de sentir las cuerdas para ajustar la intensidad de la presión, y es mejor que te acostumbres desde el principio. — en otras palabras tendría que ajuntarse las heridas. — Cuando terminemos te daré un ungüento que refuerza la piel sin endurecerla, dentro de una semana ya no te lastimaran las cuerdas.

Ciertamente agradeció su tolerancia al dolor y su adaptabilidad, aunque había pasado un buen tiempo desde la última vez que había necesitado habilidades como éstas.

Esa tarde Harry estaba bastante molesto. De nuevo sentía la frustración de no conseguir una nota decente y además sus dedos aún palpitaban bajo las vendas, sin mencionar que éstas eran algo incomodas.

Sus clases con Aarón empezaban a las cuatro, luego del almuerzo tardío y de una hora de descanso. A estas alturas se había acostumbrado al continuo movimiento de desconocidos por la mansión, a veces solía cruzarse con Maxwell para la comida pero la mayor parte del tiempo el hombre estaba de aquí para allá con sus invitados y huéspedes ocasionales.

Harry no entendía de donde venía ese gusto de Maxwell por esta rodeado de gente, él era más bien apático con los extraño. Los Dursley siempre le habían dejado solo y luego estuvo casi siempre con sus padres, él sólo se sentía cómodo con pocas personas, pero luego de un tiempo en esa casa sin poder escapar de los eventos de su padrino había desarrollado cierta tolerancia. Harry ahora entendida porque sus padres habían decidido enviarlo aquí, su mundo era muy pequeño y Harry solamente había conocido a dos tipos de personas, los que le decían fenómeno y los que le decían hijo. Él tenía que aprender que no todo el mundo lo odiaría o lo querría, además tenía que aprender a moverse entre las personas, ponerlas de su lado o defenderse de ellas.

Eran poco más de las cuatro cuando entró a la habitación que habitualmente usaba para sus prácticas con Aarón, el mayor ya estaba ahí, sentado con las piernas elegantemente cruzadas y un libro en su regazo. Harry ignoró la sonrisa y el saludo y tomó su varita que esperaba sobre la pequeña mesa para empezar con sus prácticas de transfiguración. Él no tenía ganas de su teatro con Aarón hoy. Lamentablemente el chico notó su mal humor y decido empeorarlo.

— ¿Ahora Leonore está torturándote con el violín? — Harry suspiró, su estado de ánimo estaba interfiriendo en su magia y ahora se sumaba Aarón que quería molestarlo.

—En realidad fue idea de mi tío. — masculló, tratando de convertir una piedra ordinaria en una esfera de metal, tenía que hacer unas diez de cada figura geométrica.

Optó por ignorar algunos comentarios del mayor a favor de terminar con su tarea, aunque más de una vez no pudo evitar levantar la mirada que destilaba molestia. Harry además estaba muy enfadado consigo mismo, había desperdiciado casi un mes de trabajo por no poder mantener su actuación de niño enamorado, toda una pérdida de tiempo.

Ese era un mal día, tenía los dedos adoloridos, sus transfiguraciones estaban desprolijas y Aarón le hacía ver el retroceso de sus habilidades de una forma muy molesta. Harry se mantuvo mayormente callado, evitando la explosión de su molestia, realmente quería echar un par de hechizos de punzantes al trasero del mago, pero eso sería estúpido, la venganza siempre era un plato que se comía frio, e incluso en ese momento Harry se dio cuenta que algo así sería muy infantil, por lo tanto le echaría más leña a Aarón.

Inaceptable.

Harry tamboreó los dedos sobre la mesa donde estaban ya todas las figuras transfiguradas y miró a Aarón que aún estaba sentado perezosamente leyendo. Harry se concentró en su varita, jugando con ella entre sus dedos vendados mientras pensaba qué hacer, había varias influencias batallando en su cabeza, primero las palabras de Leonore advirtiéndole, luego sus deseos de cobrarle las molestias a su maestro. Hizo una mueca y decidió dejarlo a la suerte, si Aarón no hacía nada más para molestarlo lo dejaría para la próxima vez… si no, improvisaría algo. Él era bueno en eso.

Se acercó al sofá y espero silenciosamente hasta que Aarón decidera dejar de ignorarlo, sabía que el chico sentía su mirada.

—Bien, vamos a ver. — dijo al fin, dejando el libro abierto a un lado e incorporándose para mirar las figuras en la mesa. — La textura está bien — evaluó tomando una pirámide. — pero falta refinar los bordes y perfeccionar la simetría, pero bueno, es aceptable, niño. — dijo dándole unas palmaditas en la cabeza y Harry no pudo evitar sonreír un tanto maléficamente.

Casi lo habia deseado.

Limpió su expresión y puso su bien aprendida cara de niño embelesado, le pareció bastante gracioso como los ojos de Aarón se agrandaron una pisca al ver el cambio de actitud, en ese momento no le importaba demasiado las sutilezas, el objetivo era sorprenderlo. Orientó su cuerpo hasta quedar enfrente a su profesor y una ola de adrenalina le recorrió las venas, había algo que le impulsaba a seguir y no sabía si era su molestia acumulada o algo más. Tampoco pensó demasiado en eso, una de sus manos había atrapado el listón atado perezosamente en el cuello de la camisa de Aarón y tirando de él obligó al mayor a acercar su rostro al suyo.

—No me llames niño. — susurró severamente, mirando los ojos ambarinos y misterioso de Aarón. Sus pupilas se veían más pronunciadas de lo normal.

Siguiendo con sus impulsos, porque realmente estaba disfrutando de ellos, sintiendo su corazón latir rápido por la satisfacción y la extraña situación, se puso de puntillas y apretó castamente sus labios con los de Aarón, que seguía anonadado. Sintió el leve impulso de los labios ajenos de corresponder el beso, pero Harry se había alejado instantáneamente, esta era su venganza y no iba a dejar que Aarón tome nada de él.

El mago se quedó mirándole y Harry puso una sonrisa de maléfica inocencia que había surgido espontáneamente.

—Hagamos un trato. — dijo Harry, aun medio ebrio de adrenalina ¡por Merlín, había dado su primer beso! — No me trates como un niño y no le diré a nadie.

—¿No dirás qué? — preguntó el mago, había algo brillando en sus ojos, probablemente diversión.

—Que me besaste. — dijo con tono plano Harry.

—¿Yo te bese? — ahora si no había podido ocultar la mezcla de incredulidad y diversión.

—…Omitiendo algunos detalles. ¿Qué dices?

—Bien, pequeño demonio. — Aarón hizo un gesto vago con la mano.

—Tampoco me llames así, tengo un nombre por algo ¿sabes?

Aarón estaba teniendo un momento difícil de no romper a carcajadas, era un niño extraño, astuto pero aun así ingenuo. Menguaba entre la calma y los arrebatos sin sentido, y también solía tener una mirada madura y distante. Supuso que ya había tenido diversión suficiente molestando al sobrino de su señor así que tosió para normalizar su voz antes de continuar.

—¿Qué tal Lou? — prepuso en vez de llamarlo Lawrence. Grandes ojos verdes le quedaron mirando un minuto, una mezcla de curiosidad y desconfianza.

—De acuerdo. — siguió con ese tono completamente falso que tratada de sonar sin emoción.

—Así que ¿Estabas tratando de seducirme o qué? — preguntó Aarón sonriendo ampliamente a un molesto niño que se negaba a ser tratado como tal.

—Por supuesto que no. Era lo único que parecía funcionar para que dejes de molestarme.

—No tienes mucha paciencia ¿verdad?

—No cuando quieren tomarme el pelo.

—Bien, como sea. Ahora vamos a cenar Lou, necesito sacarme este mal sabor de los labios. — dijo y Aarón vio como una sonrojo subió por el cuello de niño.

—Yo soy el que necesita una poción desinfectante para la boca. — se quejó, pero lo siguió por el pasillo hasta el pequeño comedor.


No hay comentarios:

Publicar un comentario