El mensaje del Cuervo
•Capitulo dos•
Había pasado menos de un mes desde su cumpleaños y Harry
estaba más que consiente que sus padres estaban teniendo una discordancia. Podía apostar que Nicolás
había tenido una idea, según él, fabulosa y que Perry la consideraba más que
inaceptable; era solo cuestión de tiempo para que Harry se enterara del asunto
en cuestión y realmente no le sorprendería si él estaba en medio.
Lo que sí le sorprendió fue que Nicolás hubiese ganado,
especialmente cuando supo de lo que se trataba.
Como era de esperarse para mantener su cuartaba, Lawrence le
Blanc necesitaba de un padrino, y sus padres habían elegido a su viejo amigo,
Maxwell Mour, para llevar el papel. Él hombre había sido amigo por muchísimos
años de Perry y Nicolás (más de un siglo), y considerado por su madre casi un
hermano. Harry no estaba al tanto de la antigua vida del hombre pero sabía
algunos detalles. Nicolás compartía el Elixir
de la Vida con él, era un libertino purasangre francés, y abiertamente
homosexual. Harry no tenía ni un problema por eso, en realidad para él la
homosexualidad no tenía ninguna diferencia con la heterosexualidad, era
simplemente una preferencia. Además el hombre era divertido, ocurrente y no tan
denso como sus padres. Había sido –y un era –escritor y cuando los visitaba
solía contarle maravillosas historia a Harry, mucho mejores que las novelas
permitidas por Perry –por supuesto a escondidas de ella.
Por lo que tenía sentimientos encontrado con el plan de
Nicolás, el cual era, a primera instancia bastante sencillo. Había notado que
Harry tenía casi un nulo contacto con la sociedad, y esto podía ser muy
problemático a la larga, Nicolás le había dado mil razones a Perenelle entre ellas
que podían usar su ignorancia e ingenuidad para lastimarlo y que estaba dejando
a su precioso hijo desprotegido contra la naturaleza de la sociedad ya que no
iba a poder tenerlo entre sus brazos, protegiéndolo, por siempre. También había
admitido que él no estaba del todo contento pero era la mejor solución ya que
ellos no disponían del tiempo para tomar a Harry en sus viajes y tampoco podía
abrir su casa para las fiestas y galas sociales, que sería una excelente
experiencia.
Por supuesto, todo esto solo significaba que iba a pasar
tiempo con el tío Maxwell y por ende participar en sus eventos sociales a lo
largo del año. Sus padres no habían dicho cuanto tiempo duraría este arreglo,
así que Harry estaba ansioso por empezar y a la vez nervioso de los cambios que
se avecinaban, se había acostumbrado demasiado a la vida casi en cautiverio
donde como mucho hablaba con los aprendices de Perenelle y Nicolás y algunas
visitas ocasionales, sería un gran cambio la ajetreada vida de si padrino.
Además Maxwell vivía en Francia y aunque podía leer
perfectamente el idioma hablarlo era un asunto distinto; así que los últimos
dos días, en los que sus padres arreglaban los últimos detalles de su mudanza,
en la casa solo se permitía hablar en francés. Harry tuvo épicos dolores de
cabeza, aunque la historia de cómo le habían enseñado a Ebby el idioma valió la
pena.
Fue martes cuando Maxwell legó a la casa y luego de almorzar
con familia él y Harry habían usado en traslador internacional en la sala de
apariciones.
Cuando Harry se despidió de su madre tuvo que hacer un gran
esfuerzo en disimular en nudo en su garganta y mantener sus ojos secos, sin
mucho éxito. Había estado feliz de tomar aire lejos de sus padres, pero aun así
los extrañaría demasiado. Nunca había sido afectivo con Nicolás, pero admiraba
profundamente al hombre, él lo había rescatado, dándole además una familia cuando
si lo hubiera abandonado en las calles Harry ya hubiera estado feliz, también
le dio su sangre, un nuevo futuro, conocimientos y recursos. Él le había dado
una madre. Jamás podría pagárselo y todo lo que podía hacer era nunca
defraudarlo.
No pudo contenerse de abrazar al alquimista al pensar en eso
y cuando se alejó reprimió un sollozo, los intensos ojos de Nicolás eran
abrumadores. También le había dado un padre.
Enderezó su espalda y se puso a un lado de Maxwell. Él iba
hacer el mejor hijo y hacer a sus padres orgullosos.
~
Desde el primer día había sido chocante el cambio en la casa
de Maxwell, su tío tenía una ostentosa mansión, una antigua casa de campo que
había pertenecido a los Delfines antes de la Revolución Francesa. La historia
muggle decía que el edificio se había perdido en 1792; pero había sido salvado
por una antigua familia purasangre que había tenido unos estrechos lazos con la
entonces monarquía. A diferencia de la arquitectura oscura de la casa de los
Flamel, con sus muebles de caoba y tapizados en verde y azul oscuro, casi medievales;
la casa de Maxwell tenía el clásico estilo de Versalles, tan brillante que
Harry tuvo un momento difícil para acostumbrarse a tanta luz, toda la mansión
parecía la habitación donde Perenelle coleccionaba sus joyas.
Además de eso, estaba lleno de personas que iban y venían
por los pasillos todo el tiempo. Él sabía que Maxwell siempre tomaba
protegidos, magos de capacidades espectaculares rechazados por la sociedad en
su mayoría, o repudiados de sus familias. Era un filántropo según algunos, un
depravado según los más conservacionistas.
Se pasó el día recorriendo el palacio, tratando de memorizar
el laberinto de pasillos y las diferentes habitaciones que iba a usar
diariamente. Lo más importante a recordad era que en la planta baja estaban las
habitaciones comunes, la sala de galas, el comedor grande, un living ostentoso
y amplio con vista a los jardines y la cocina. En el primer piso estaban las
habitaciones de los huéspedes o protegidos de Maxwell y una sala de
entretenimientos, entre otras habitaciones como pequeñas salas y estudios. El
tercer piso era el más personal y pocas personas tenían acceso a él, ahí estaba
su habitación y la de Maxwell entre la de otros pocos. Había un altillo del que
no sabía mucho y un sótano donde la verdadera biblioteca se escondía.
El resto de la tarde Harry se la pasó desempacando en su
habitación con la ayuda de un elfo domestico de la mansión y cerca de las siete
fue convocado al salón de ese mismo piso para la cena. El lugar seguía con el
estilo francés de toda la casa pero era más acogedor e informal que el gran
salón. Al entrar notó que además de su tío había dos personas más. Una bella
mujer de cabello casi blanco, ojos aguamarina y piel acanelada y un hombre de
procedencia egipcia, o eso parecía con sus ojos delineados y piel morena, junto
con unos rasgos exóticos enmarcados por cabellos tan negros y alborotados como
los suyos.
Ambos eran abrumadoramente hermosos y lo miraban con
curiosidad evidente. Maxwell señaló el asiento entre él y la joven rubia y
luego de una inclinación cortes se sentó.
—Lawrence, estos son mis dos genios. — dijo alegremente
Maxwell. — Aarón Hamid y Duprie Toulouse, ellos se encargaran de tu formación.
— Harry hizo todo lo posible por no mirar sospechosamente a la mujer que se
llamaba Duprie, estaba casi seguro que era un nombre completamente masculino,
en su lugar asintió hacia el joven de ojos ambarinos y delineados y luego hacia
la chica, que llevaba un bello pañuelo alrededor del cuello. — Él es mi ahijado
Lawrence Le Blanc, como ya saben, se quedará por un tiempo y espero hagan todo
lo posible para que sea un tiempo agradable. — terminó Mour.
Duprie le sonrió como Narcisa había hecho, una expresión tan
encantadora como artificial y Aarón fue un poco más sincero en su sonrisa
ladeada, aunque no podía dejar de compararlo con un lobo en plena cacería.
La cena se llevó en términos formales y corteses siendo
Maxwell el más activo en la conversación, contándole a Harry los próximos
eventos, haciendo especial hincapié en la gala del 31 de octubre, una fiesta de
disfraces que era el emblema característico de la mansión Mour.
—Si quieres una espectacular tragicomedia, mezclá nobles,
alcohol y antifaces, es una fórmula infalible. — dijo Maxwell y luego siguió
hablando de cómo los grandes escritores lo habían utilizado, empezando por Shakespeare
hasta los más contemporáneos que caían en el cliché.
Cuando llegaron al postre, que tenía un extraño gusto que
Harry no pudo identificar, hasta que lo relacionó con el alcohol, que
probablemente era coñac. Quedó anonadado un momento pensando que su madre se
desmallaría y luego le sonrió a Maxwell que sólo le guineó un ojo.
Poco antes de que se retiraran, su tío empezó a darles las
instrucciones para el día siguiente. Al parecer su horario no estaría
severamente modificado, se levantaría a las 11 y tendría clases de pociones y
música con Duprie. Harry trató de argumentar para zafarse de aquello, pero fue
inútil, el hombre estaba completamente decidió y dijo que ningún sobrino suyo
iba a ser un ignorante del arte de la música; y para su fastidio iba a tener
clases de pintura y poesía además.
Y él que pensaba que iba a poder escaparse de las
interminables horas de lecciones y estudio.
Luego, por la tarde tendría clases de práctica de hechizos y
transfiguración con Aarón. Por lo menos después de las ocho de la noche tendría
vía libre para hacer lo que deseara. Maxwell le había dado permiso de bajar a
la biblioteca diciéndole que esperaba que su buen criterio fuese suficiente
para mantenerlo lejos de los volúmenes más cuestionables y peligrosos, por lo
menos por ahora. También podía salir al jardín que tenía millas y millas de
arreglos florales, fuentes y luego bosque.
Harry hizo una nota mental de esperar dos semanas antes de
pedirle a Maxwell tener una escoba. Se sentía extasiado solo de pensarlo.
~
La primera semana fue, no la peor semana de su vida, pero si
los Dursley no hubieran mancillado su infancia lo hubiera sido. Su primera
clase con Duprie fue un fracaso total, ni bien había tratado de saludarle luego
del desayuno, insociables ojos aguamarina habían caído en él, y si las miradas
fueran hechizos, esos ojos le hubieran lanzado un Avada Kedavra.
—Señorita Leonore para ti. — le dijo, y Harry estuvo seguro
que si se equivocaba una vez más perdería los dedos con la tapa del piano, y no
por un accidente. Además ¿cómo se suponía que sabría que debía llamarla así si
Maxwell nunca lo menciono? Cómo sea, él tendría más cuidado desde ahora.
Las clases de pociones habían sido una tortura, pero por lo
menos él estaba bien informado del tema, había sido el ayudante de Nicolás por
años y había aprendido varios trucos, pero cada vez que soguería algo a la chica ésta le miraba desinteresadamente
–como si fuera un insecto –y decía:
—Hazlo como dicen las notas… exactamente como dicen las
notas. — había sido todo un re aprendizaje bastante exasperante.
Pero eso no podía comparase con las clases de música, en las
que realmente quería golpearse la cabeza contra las teclas del piano para
probar si eso producía un ruido más tolerable. Era muy frustrante sentirse tan
inútil y torpe, y los comentarios escariosos de Leonore no precisamente
ayudaban, aunque si motivaban su terca determinación.
Por lo menos tenía que agradecer que Aarón fuera tolerable,
aunque el hombre era también exasperante tratándolo como un niño. Hasta había
adquirido la costumbre de palmearle la cabeza cuando lograba un hechizo
funcionara o una transfiguración aceptable ¡solo Perry tenía el derecho de
tratarlo como un cachorro!
Afortunadamente el lunes de su segunda semana había
aprendido un nuevo truco. Sabía que Leonore era una reina del drama, no hacía
falta mucha perspicacia para notarlo, así que decidió seguirle la corriente y
algo desesperado comenzó a llamarle mi
Lady. La joven primero le miró sospechosamente pero no comentó nada, Harry
aceptó eso como un visto bueno y siguió haciéndolo añadiendo algunos detalles
corteses. Primero no había sido demasiado pero sin duda Leonore se había
mostrado más paciente desde ese momento.
Cuando Harry le corrió la silla para que tomara siento en la
mesa, la chica le sonrió encantada y el niño supo que ya la tenía en su mano.
Maxwell le sonrió orgulloso y cenaron en un ambiente mucho más ameno. Y aunque
la situación había mejorado aún tenía que ocuparse de Aarón.
Paso varios días cavilando como podía revertir la situación
y viendo que sus tácticas de mantenerse estoico no habían funcionado en lo más
mínimo debía cambiar de estrategia. Incluso el joven había tenido el descaro de
pellizcarle la nariz. Harry había decidido que si la siguiente táctica no
funcionaba iba a pedirle ayuda a Leonore. Pero antes tenía que jugar su última
carta, si Aarón quería tratarlo como un niño él le daría el gusto, un gusto
empalagoso.
La idea había surgido luego de encontrar la sección de
libros muggle en la biblioteca de Maxwell, y más específicamente uno muy extraño que relataba la historia de una
niña de doce años que buscaba seducir al prometido de su hermana mayor. Harry
leyó todo la historia, escondido en un rincón entre los estantes con la cara
ardiéndole de pudor. Como mínimo podía decir que había sido un libro muy
esclarecedor, y aunque tenía fe de que funcionaria tuvo que esperar dos semanas
para juntar el coraje suficiente para llevarlo a cabo –y mucha practica en
frente al espejo.
Era miércoles cuando decidió que era hora de poner su plan
en marcha.
Se encontró con Aarón en la habitación que usualmente
ocupaban para sus prácticas y cuando el chico se acercó para acariciarle la
nariz, Harry pensó en una escena particularmente escandalosa del libro para
ruborizarse y luego girarse para esconder el rostro. Siguió con esa táctica
cada vez que estaba cerca de Aarón.
El principio tenía que ser muy sutil, así que tenía que
equilibrar sus sonrojos con su molestia hacia su improvisado maestro. Solo
rezaba a Merlín no haber sido muy obvio, o no soportaría la vergüenza. Decidió
que había funcionado cuando al día siguiente Aarón no se acercó a pellizcar su
cara y sólo le palmeo la cabeza. Podría muy bien haberlo dejado ahí, pero la
venganza era tan dulce y tentadora.
Al día siguiente tuvo particular cuidado de pararse unos
centímetros más cerca de lo que haría normalmente, también se quedó mirando los
ojos ambarinos de Aarón cada vez que este le explicaba cómo hacer las
florituras con la varita, exudando fascinación, lo cual no era muy difícil de
fingir ya que eran de un dorado cristalino muy llamativo, además le parecía muy
divertido como el mayor corría de vez en cuando sus ojos cuando hacía esto. El
sábado de esa misma semana Leonore había llamado a Maxwell y Aarón para
escuchar la primera canción aceptable que Harry interpretaría en el piano.
Mientras tocaba una versión bastante simple de For Elise, miró en cierto momento a su
reducido público para encontrar a un orgulloso Maxwell y un atento Aarón que le
observaban. Emuló la sonrisa encantadora de Leonore y buscó los ojos de Aarón
antes de volver su vista a las teclas.
Leonore le dio una astuta mirada cuando había terminado y al
día siguiente lo interrogó mientras se ocupaban de una poción.
—Así que, petit, ¿estás acosando a Aarón? — dijo y Harry
casi se cortó un dedo mientras picaba raíces de jengibre.
—Situaciones desesperadas medidas desesperadas. — masculló
Harry, volviendo a su tarea.
—Sí, él puede ser verdaderamente desesperante, pero es tan
tierno, piensa que el sobrino de Maxwell terminó con un flechazo por él. ¿Qué
sigue en tu plan? Creo que Maxwell quiere mantener tu virginidad intacta por un
par de años más.
—¡Por Merlín, no! Solo quería que deje de molestarme y
tratarme como si fuera un cachorro.
—Oh, es que le caes bien, él puede hacer tu vida miserable
si tiene ganas de hacerlo. Piensa que te ganaste un hermano mayor o algo así.
—Harry hizo una mueca considerando eso, no lo había pensado así. —Además el
incesto es tan lindo. — el niño negó con la cabeza, Leonore no solo era una
reina del drama, también amaba los desvaríos histriónicos.
Después de eso, Harry comenzó a interrogarla sobre la poción
que ella estaba haciendo para cambiar de tema y Leonore se lo permitió. Cuando
habían terminado y se dirigían a almorzar Leonore apoyó su mano sobre el hombro
de Harry y dijo apenas más alto que un susurro:
—Solo recuerda que si juegas con fuego, puedes terminar
quemado.
—Lo sé. — contestó el niño.
Harry estaba consciente de los efectos colaterales que podía
tener su plan, de por si el libro que había leído no tenía un final feliz. Él
estaba bailando en un escenario muy impredecible, solo tenía la ventaja que
estaba sobre Aarón en la jerarquía de Maxwell. Aun así la incertidumbre solo lo
seducía más para seguir con su pequeña venganza, el solo había estado jugando,
si terminaba ahora Aarón nunca sabría que realmente había ocurrido ahí y esa no
era la idea –aunque era divertido verlo tan desconcertado y torpe.
Cuando Leonore y Harry entraron en la sala de música,
Maxwell estaba ahí, esperándoles con una sonrisa y algo escondido en su
espalda.
—Harry, tienes unos dedos fabulosos y un buen oído. — dijo
su tío. — Así que te propongo un trato. — Harry asintió, mirando curiosamente
al hombre. — Tocá un clásico para mí, y entre mejor sea la interpretación mejor
será la escoba que te daré.
Harry no pudo evitar abrir sus ojos por la sorpresa, él
llevaba dos meses viviendo con Maxwell y aunque le había pedido una escoba
luego de un tiempo, como planeó, su tío sólo hizo una mueca y dijo que lo
consideraría más adelante; Harry en ese momento supo que le iba a costar caro
convencerlo, pero ahora esto era una sorpresa, tal vez un con mes de practica
él podría…
Sus esperanzas se fueron cuando Maxwell puso enfrente a él
un violín. Harry lo miró haciendo un puchero. Aprendía a tocar el piano y el
hombre le traía un violín. Desde su espalda escuchó la risita disimulada de
Leonore.
—¿Aceptas? — dijo Maxwell con una sonrisa ladeada y Harry
asintió y estrechó la mano de su tío.
—Acepto. — tomó el violín, dándose cuenta que las cuerdas
eran muy finas y estaban fuertemente tensadas. Esto iba a doler.
Dos horas de lecciones más tarde, Leonore estaba colocándole
un ungüento de su propia fabricación y vendándole los dedos. El maldito violín
era casi un instrumento de tortura, no habían pasado quince minutos desde que
empezó cuando sintió escocer uno de sus dedos y se sorprendió un poco al notar
un corte sangrante ahí. Cuando le preguntó a Leonore si podía curarlo ella se
negó.
—Los hechizos de curación terminan endureciendo la piel si
se aplican repetidamente, los dedos de un violinista deben evitar los callos, o
éstos perderán la sensibilidad necesaria. Tampoco se pueden anestesiar, debes
ser completamente capas de sentir las cuerdas para ajustar la intensidad de la
presión, y es mejor que te acostumbres desde el principio. — en otras palabras
tendría que ajuntarse las heridas. — Cuando terminemos te daré un ungüento que
refuerza la piel sin endurecerla, dentro de una semana ya no te lastimaran las
cuerdas.
Ciertamente agradeció su tolerancia al dolor y su
adaptabilidad, aunque había pasado un buen tiempo desde la última vez que había
necesitado habilidades como éstas.
Esa tarde Harry estaba bastante molesto. De nuevo sentía la
frustración de no conseguir una nota decente y además sus dedos aún palpitaban
bajo las vendas, sin mencionar que éstas eran algo incomodas.
Sus clases con Aarón empezaban a las cuatro, luego del
almuerzo tardío y de una hora de descanso. A estas alturas se había
acostumbrado al continuo movimiento de desconocidos por la mansión, a veces
solía cruzarse con Maxwell para la comida pero la mayor parte del tiempo el
hombre estaba de aquí para allá con sus invitados y huéspedes ocasionales.
Harry no entendía de donde venía ese gusto de Maxwell por
esta rodeado de gente, él era más bien apático con los extraño. Los Dursley
siempre le habían dejado solo y luego estuvo casi siempre con sus padres, él sólo
se sentía cómodo con pocas personas, pero luego de un tiempo en esa casa sin
poder escapar de los eventos de su padrino había desarrollado cierta
tolerancia. Harry ahora entendida porque sus padres habían decidido enviarlo
aquí, su mundo era muy pequeño y Harry solamente había conocido a dos tipos de
personas, los que le decían fenómeno
y los que le decían hijo. Él tenía
que aprender que no todo el mundo lo odiaría o lo querría, además tenía que
aprender a moverse entre las personas, ponerlas de su lado o defenderse de
ellas.
Eran poco más de las cuatro cuando entró a la habitación que
habitualmente usaba para sus prácticas con Aarón, el mayor ya estaba ahí,
sentado con las piernas elegantemente cruzadas y un libro en su regazo. Harry
ignoró la sonrisa y el saludo y tomó su varita que esperaba sobre la pequeña
mesa para empezar con sus prácticas de transfiguración. Él no tenía ganas de su
teatro con Aarón hoy. Lamentablemente el chico notó su mal humor y decido
empeorarlo.
— ¿Ahora Leonore está torturándote con el violín? — Harry
suspiró, su estado de ánimo estaba interfiriendo en su magia y ahora se sumaba
Aarón que quería molestarlo.
—En realidad fue idea de mi tío. — masculló, tratando de
convertir una piedra ordinaria en una esfera de metal, tenía que hacer unas
diez de cada figura geométrica.
Optó por ignorar algunos comentarios del mayor a favor de
terminar con su tarea, aunque más de una vez no pudo evitar levantar la mirada
que destilaba molestia. Harry además estaba muy enfadado consigo mismo, había
desperdiciado casi un mes de trabajo por no poder mantener su actuación de niño
enamorado, toda una pérdida de tiempo.
Ese era un mal día, tenía los dedos adoloridos, sus
transfiguraciones estaban desprolijas y Aarón le hacía ver el retroceso de sus
habilidades de una forma muy molesta. Harry se mantuvo mayormente callado,
evitando la explosión de su molestia, realmente quería echar un par de hechizos
de punzantes al trasero del mago, pero eso sería estúpido, la venganza siempre
era un plato que se comía frio, e incluso en ese momento Harry se dio cuenta
que algo así sería muy infantil, por lo tanto le echaría más leña a Aarón.
Inaceptable.
Harry tamboreó los dedos sobre la mesa donde estaban ya
todas las figuras transfiguradas y miró a Aarón que aún estaba sentado
perezosamente leyendo. Harry se concentró en su varita, jugando con ella entre
sus dedos vendados mientras pensaba qué hacer, había varias influencias batallando
en su cabeza, primero las palabras de Leonore advirtiéndole, luego sus deseos
de cobrarle las molestias a su maestro. Hizo una mueca y decidió dejarlo a la
suerte, si Aarón no hacía nada más para molestarlo lo dejaría para la próxima
vez… si no, improvisaría algo. Él era bueno en eso.
Se acercó al sofá y espero silenciosamente hasta que Aarón
decidera dejar de ignorarlo, sabía que el chico sentía su mirada.
—Bien, vamos a ver. — dijo al fin, dejando el libro abierto
a un lado e incorporándose para mirar las figuras en la mesa. — La textura está
bien — evaluó tomando una pirámide. — pero falta refinar los bordes y
perfeccionar la simetría, pero bueno, es aceptable, niño. — dijo dándole unas
palmaditas en la cabeza y Harry no pudo evitar sonreír un tanto maléficamente.
Casi lo habia
deseado.
Limpió su expresión y puso su bien aprendida cara de niño
embelesado, le pareció bastante gracioso como los ojos de Aarón se agrandaron
una pisca al ver el cambio de actitud, en ese momento no le importaba demasiado
las sutilezas, el objetivo era sorprenderlo. Orientó su cuerpo hasta quedar
enfrente a su profesor y una ola de adrenalina le recorrió las venas, había
algo que le impulsaba a seguir y no sabía si era su molestia acumulada o algo
más. Tampoco pensó demasiado en eso, una de sus manos había atrapado el listón
atado perezosamente en el cuello de la camisa de Aarón y tirando de él obligó
al mayor a acercar su rostro al suyo.
—No me llames niño. — susurró severamente, mirando los ojos
ambarinos y misterioso de Aarón. Sus pupilas se veían más pronunciadas de lo
normal.
Siguiendo con sus impulsos, porque realmente estaba
disfrutando de ellos, sintiendo su corazón latir rápido por la satisfacción y
la extraña situación, se puso de puntillas y apretó castamente sus labios con
los de Aarón, que seguía anonadado. Sintió el leve impulso de los labios ajenos
de corresponder el beso, pero Harry se había alejado instantáneamente, esta era
su venganza y no iba a dejar que Aarón tome nada de él.
El mago se quedó mirándole y Harry puso una sonrisa de
maléfica inocencia que había surgido espontáneamente.
—Hagamos un trato. — dijo Harry, aun medio ebrio de
adrenalina ¡por Merlín, había dado su primer beso! — No me trates como un niño
y no le diré a nadie.
—¿No dirás qué? — preguntó el mago, había algo brillando en
sus ojos, probablemente diversión.
—Que me besaste. — dijo con tono plano Harry.
—¿Yo te bese? — ahora si no había podido ocultar la mezcla
de incredulidad y diversión.
—…Omitiendo algunos detalles. ¿Qué dices?
—Bien, pequeño demonio. — Aarón hizo un gesto vago con la
mano.
—Tampoco me llames así, tengo un nombre por algo ¿sabes?
Aarón estaba teniendo un momento difícil de no romper a
carcajadas, era un niño extraño, astuto pero aun así ingenuo. Menguaba entre la
calma y los arrebatos sin sentido, y también solía tener una mirada madura y
distante. Supuso que ya había tenido diversión suficiente molestando al sobrino
de su señor así que tosió para normalizar su voz antes de continuar.
—¿Qué tal Lou? — prepuso en vez de llamarlo Lawrence.
Grandes ojos verdes le quedaron mirando un minuto, una mezcla de curiosidad y
desconfianza.
—De acuerdo. — siguió con ese tono completamente falso que
tratada de sonar sin emoción.
—Así que ¿Estabas tratando de seducirme o qué? — preguntó
Aarón sonriendo ampliamente a un molesto niño que se negaba a ser tratado como
tal.
—Por supuesto que no. Era lo único que parecía funcionar
para que dejes de molestarme.
—No tienes mucha paciencia ¿verdad?
—No cuando quieren tomarme el pelo.
—Bien, como sea. Ahora vamos a cenar Lou, necesito sacarme
este mal sabor de los labios. — dijo y Aarón vio como una sonrojo subió por el
cuello de niño.
—Yo soy el que necesita una poción desinfectante para la
boca. — se quejó, pero lo siguió por el pasillo hasta el pequeño comedor.
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