Nunca he terminado una historia y tal vez jamás lo haga, pero alguna de ellas simplemente quieren un poco de luz, atención, por eso abrí este blog, para darles un pequeño espacio que no me comprometa demasiado.




sábado, 1 de febrero de 2014

El mensaje del Cuervo ♔ Capitulo uno

El mensaje del Cuervo

•Capitulo uno•

El pasillo se veía oscuro a pesar de la luz de la tarde que entraba por las ventanas, el ritual iba a comenzar a las tres y Harry estaba verdaderamente ansioso. Quería terminar con esto de una vez, y por otro lado, no quería acercarse a esa puerta de madera oscura y bisagras de metal viejo y oxidado. Era como si alguien hubiese puesto una puerta medieval en medio de un pasillo decorado ostentosamente y el choque de estilos dejaba completamente claro que detrás de esa puerta no podía haber nada bueno.

Los cuadros se quedaron callados, mirando al niño de nueve años y al hombre que le había adoptado pasar con un aire ceremonial. La magia ya estaba comenzando a envolverlos.

Nicolás sacó una llave sinuosa y dorada, que se veía lo suficientemente vieja para pertenecer a esa puerta, y con ella la abrió. Un espacio oscuro y frio les dio la bienvenida, la habitación era circular y su techo de piedra tenía forma de cúpula y pegada a la pared mohosa estaba la escalera rustica de piedra en forma de caracol. Mientras bajaban Harry pudo ver el complicado círculo lleno de símbolos dibujado en el piso y dos hombres encapuchados que él sabía muy bien quiénes eran pero no podía diferenciarlos por la oscuridad y sus largas túnicas negras.

Solo había cinco velas iluminando la habitación, dejándola en una semi penumbra lúgubre y siete inciensos desparramando su espeso humo que serpenteaba en el aire llenándolo de aroma a almizcle. Realmente no era una escena tranquilizadora, y la magia que cosquilleándole en la piel, casi ansiosa por empezar, no ayudaba a tranquilizarlo. Pero todo saldría bien, o resurgía casi como una nueva persona o moría en el proceso, podía ser confuso, pero Harry estaba feliz de que no había impredecibles términos medios.

Su pie abandonó el último peldaño y en completo silencio caminó hasta el centro del círculo. Nicolás, que ya tenía la cabeza cubierta por la túnica negra, completo el triángulo equilátero uniéndose a los otros dos hombres. Completamente quietos estuvieron un tiempo indefinible, hasta que los tres magos comenzaron a rezar en latín, supo con esto que ya eran las tres en punto de la tarde y Harry no tuvo que esperar mucho más para que, poco a poco, un sopor comenzara a llenar su cabeza. Dejó de escuchar que decían las voces de barítono y en un momento se hizo el silencio para él.

Costándole articular su cuerpo se sentó sobre sus rodillas y en frente de un cuenco con un líquido que se veía negro por la penumbra. Sus brazos se sentían sin hueso y tuvo que hacer un gran esfuerzo para levantar el cuenco y llevarlo a sus labios.

Bebió y bebió de aquel elixir hasta que su cuerpo terminó de adórnese y fue incapaz de sostenerlo, los hombres seguían moviendo los labios en su letanía y las luces de las velas brillaban con un halo sobrenatural. Lo último que pensó Harry fue sí iba despertar o no.

Una delirante fiebre siguió después de eso, convulsiones y gemidos de dolor, aunque Harry nada recordaría de todo esto. Estuvo siete días en aquella cúpula oscura, los últimos días había estado en coma, donde su respiración era tan débil que apenas se percibía el movimiento en su pecho, sus guardianes poco podían hacer además de observar mientras el tiempo pasaba, y exactamente ciento sesenta y ocho horas después Harry despertó.

Luego de una semana de inanición lo primero que sintió fue a su estómago quejarse, y su garganta rogar por agua. El resto de su cuerpo se sentía sorprendentemente bien para haber estado acostado sobre piedra durante tanto tiempo apenas moviéndose. Probablemente lo más desequilibrado era su cabeza, no tenía idea de que día era, y a pesar de saber el tiempo que tomaría el ritual era exactamente una semana, sentía que solo hace unas horas había perdido el conocimiento.

 — ¿Cómo te sientes Harry? — dijo Nicolás, socándolo de sus cavilaciones.

 — Muero por algo que comer y beber. — el hombre se bajó la capucha y le sonrió.

 — Bien, subamos entonces. Perry ha preparado todo un banquete.

Cuando Harry intentó incorporarse se tambaleó hacia un lado, más por su equilibrio inestable que por piernas. El hombre lo cargó entonces todo el camino por las escaleras y luego por el pasillo lleno de cuadros que aun miraban curiosos la escena, susurrándose unos a otros. Harry no era muy aficionado a que Nicolás lo cargara pero él no se quejó, cuando antes llegara al cuarto de baño mejor, esperaba que unos cuantos minutos en la bañera ayudaran a desentumecerse, y luego comería hasta el hartazgo porque su estómago estaba amenazándole con devorarse a sí mismo si no engullía algo pronto.

Nicolás lo dejó frente a la puerta del baño, comentándole que Ebby había hecho un gran escándalo sobre preparar el baño para el joven amo. Había dos elfos domésticos en la casa, Benny, taciturno y silencioso, y Ebby, demasiado imperativa y excitable incluso para un joven elfo doméstico.

Nicolás lo dejó luego de dedicarle una última mirada indefinible y Harry se apresuró a entrar al baño, moría de ganas de meterse a la bañera y verse en un espejo. La habitación de cerámicos blancos y celestes tenía un gran espejo sobre el lavado de manos y otro de cuerpo completo que anteriormente no había estado allí antes. Seguramente Nicolás o Perry lo habían puesto para él.

Caminó hasta el espejo, temblando ligeramente de ansiedad. La primera diferencia que notó fue su cabello, seguía siendo del mismo tono de azabache, pero ya no parecían las plumas de un ave recién nacida, torciéndose y saliendo hacia todos lados, ahora unas suaves ondas enmarcaban su rostro. Su piel también se veía distinta, era sorprendentemente parecida a la de Perry, de un blanco rosáceo. Fue cuando estaba examinándose los ojos que se dio cuenta que en todo ese tiempo no había estado usando sus lentes y que no los necesitaba en lo absoluto. Otra cosa realmente notable era la mutación del color de sus ojos. Habían dejado ese matiz verde oscuro y profundo, y se habían aclarado resaltando incluso más por la falta de los lentes.

Había más cambios aquí y allá y en síntesis se sentía bastante extraño, algo incómodo mirando los rasgos de un casi desconocido. Pero nunca le había dado demasiada importancia a su apariencia, probablemente en algunas semanas ni siquiera recordaría exactamente como había sido antes del ritual.

Estaba por encaminarse a la bañera cuando recordó la cicatriz en su frente y volvió al espejo, corrió los mechones oscuros que ocultaba la marca y sinceramente no se sorprendió de verla vívidamente marcada en su frente como siempre había estado. Cuando se quitó la tónica negra que había estado llevando durante el ritual pudo confirmar que era la única cicatriz que había mantenido. No pudo evitar estar eufórico por esto, saltó a la bañera desparramando una gran cantidad de agua y estuvo diez minutos lavándose sin perder la radiante sonrisa.

Era como un milagro. Tenía una familia, una verdadera y genial además. Tenía un cuerpo inmaculado, y pronto un nuevo nombre.

Borrón y cuenta nueva, había dicho Nicolás. No estaba seguro si así se sentía renacer, pero se sentía genial.

~

Perenelle le estrechó en sus brazos en cuanto entró en la cocina, ella realmente adoraba cocinar y siempre decía que la gastronomía había sido la madre de la alquimia. Desde que estaba con los Flamel había acompañado regularmente a la mujer, de las tareas que le daban los Dursley, cocinar era su preferida, y había descubierto que lo amaba si lo hacía para las personas que quería y más aun siendo que se le permitía comerla también.

La mujer lo soltó y dejó escapar un suspiro exasperado muy mal actuado cuando Harry se abalanzó hacia la comida, y aunque le advirtió que comiera despacio y Harry trató de obedecerle no pudo contener el instinto de satisfacer a su estómago. Normalmente él tenía mejores modales que eso, realmente no quería parecerse a Dudley ahora que tenía una familia.

Luego de vaciar su vaso y exhalar un suspiró de pura satisfacción, Perry dejó que la acompañara un rato más mientras le baja la comida, la mujer le preguntó un par de veces si no le dolía el estómago y aunque Harry juró y perjuró que estaba perfecto le hizo tomar un té con yerbas para la indigestión. Perry había aprendido muy rápido a no confiar cuando el niño decía “estoy bien”, el ochenta por ciento de las veces estaba ocultando algo.

Perry dejó a Benny cuidando la cocción del pastel de moras y acompañó a Harry hasta el estudio de Nicolás. Era hora de la parte administrativa de su cambio. Un abogado estaba hablando con el señor Flamel cuando entraron, Harry no tenía idea de su nombre pero había escuchado a Nicolás llamarlo Slinkhard, y también había un duende de Gringotts, que miraba apáticamente a los magos desde una esquina.

  — Entonces ¿estamos todos listos? — preguntó Nicolás, mirando especialmente a Harry que asintió. Luego de la transformación esto era pan comido.

 — Señor Le Blanc. — dijo el abogado dirigiéndose a Nicoles, o en esta ocasión Fausto Le Blanc.

Nicolás cada siglo –o un poco menos –renovaba su identidad, él prefería el anonimato y la privacidad que solo las personas ordinarias pueden tener, así que tenía toda una colección de personajes que habia o podía usar según la ocasión, linajes enteros que solo habían nacido de su necesidad de verificar su descendencia y de sus noches de ocio. Nicoles le había contado lo que se suponía iba a ser su cuartada esta vez. Bastante simple en primera instancia: un matrimonio de avanzada edad que había adoptado a un niño por medios mágicos para asegurar un heredero para la familia. Yendo más allá de eso, Nicolás había tejido todo un árbol genealógico entre familias escocesas, rusas y francesas.

Los Le Blanc era una familia pura sangre en pleno derecho. En realidad el estatus de sangre sería poco importante si no fuera que debían llevar acabó el trámite de adopción mágica, que difícil mente un mestizo haría.

Aunque la adopción mágica era casi un protocolo completamente burocrático, donde todos los cambios que se hacían eran en los documentos en el ministerio, además de ser añadido formalmente en el linaje genealógico de la familia; casi siempre estaba acompañado de una adopción de sangre, ya que si un niño iba ser el heredero de una familia, solo para tener acceso a la bodega de Gringotts debía compartir un lazo sanguíneo, sin mencionar que muchos tomaban los rasgos genéticos como una firma familiar. Ciertamente había otras opciones, pero los tradicionalistas las tachaban de ordinarias.

Pero lo importante era que desde ese día Lawrence Fausto Le Blanc pasaba a existir legalmente.

La reunión se llevó a cabo sin que el interviniera más que para firma bajo ese nombre y dar un consentimiento oral de que él era, desde ese momento, heredero e hijo legítimo de Fausto y Ameida Le Blanc.
El Sr. Slinkhard se despidió y salió usando la chimenea de la oficina, fue en ese momento que el duende se acercó a Nicolás y luego le dio una mirada severa y penetrante a Harry. El duende solo dejó un frasco pequeño frente a él y una ostentosa navaja plateada. Había arreglado previamente actualizar su llave a la bodega de los Potter y ahora tenía que hacerlo entregando una nueva muerta de sangre. Normalmente esto era lo que se hacía cuando un niño no era adoptado sanguíneamente. Por supuesto que con la severa política de privacidad de Gringotts su secreto estaba a salvo de cualquier entrometido.

Harry primero destapó el frasco y luego cortó su dedo con una herida lo suficientemente grande para llenarlo rápidamente, estando la navaja encantada para anestesiar el dolor esto era sumamente fácil. Perenelle rápidamente curó su herida con un movimiento de varita y se quedó mirándolo sopesando la necesidad de darle una poción sanguínea. Harry solo se ruborizo, había conseguido una madre muy sobreprotectora.

Por otro lado, Griphook, pragmático como todo duende, no vio la necesidad de quedarse para más y se fue usando la red Flu.

Ese fue su primer día después de su resurgimiento. Pero luego de tres años con los Flamel él ya estaba acostumbrado a la rutina del matrimonio. Perenelle leería sobre hechizos y le contaría historia de cómo se crearon y luego ambos irían a cocinar. Nicolás mientras tanto se encerraría en su laboratorio por horas hasta que Ebby le hostigara lo suficiente para que baje a cenar. Y como los Flamel eran una familia con tendencias nocturnas, Harry pasaría las siguientes horas siendo el improvisado ayudante de Nicolás en el laboratorio y antes de que fueran las tres de la mañana Perenelle se lo llevaría medio a arrastras a la cama.

Por supuesto, esto significaba que el día siguiente se levantaría cerca del mediodía y su desayuno era más bien el almuerzo. Normalmente a esa hora Perry estaba ocupándose de sus proyectos de botánica más… salvajes –o sea, de sus plantas carnívoras exóticas –y Nicolás aun estaría en el séptimo sueño.

Ebby era la que siempre lo acompañada y siguiendo el ritual desde que llegó a esa familia, trataría de lavar los platos y la elfina tendría casi una apoplejía y luego jugarían a las escondidas-atrapadas. Más tarde se iría a estudiar, ya que Nicolás le daba tres libros por semana para leer.

~

Harry poco podía salir de su hogar, normalmente Nicolás y Perenelle tenían muchos compromisos pendientes como sus verdaderas identidades. Nicolás como adicto a la investigación que era a veces podía desparecer por días, y aunque Perenelle siempre estaba atenta de estar por lo menos una hora con su hijo ella también debía ocuparse de sus plantas, de sus publicaciones científicas y de sus alumnos de maestría de herbología.

Pero había ocasiones especiales donde ambos limpiaban sus agendas y tomaban sus personajes de Sr. Y Sra. Le Blanc, los cumpleaños de Harry eran una de ellas. Él ahora cumpliría diez años y saldrían al Callejón Diagon como una familia ordinaria teniendo un día de paseo. Era todo lo que podía pedir –no que sus padres y su tío se satisficieran con eso y se evitaran comprar una montaña de regalos.

Perry abrió los ventanales de su habitación para despertarlo, y en cuanto abrió los ojos un ruidoso beso se estrelló en su mejilla.

 — Feliz cumpleaños mi cielo. — Harry se retorció y luego abrazo a su madre que le ayudó a sentarse. — Ve a bañarte, desayunaremos en el Callejón Diagon.

Harry se levantó perezosamente luego de sus arrumacos y mientras Ebby preparó rápidamente su baño. Se quitó a trompicones su piyama y cuando estaba por entrar a la bañera las manos huesudas de la elfina le empujaron desde atrás. Termino zambulléndose en el agua bastante fría para su gusto y no pudo evitar retorcerse en un escalofrió al sentir la temperatura.

 — ¡Ebby! — chilló abrazándose a sí mismo. En realidad no estaba tan fría, pero le había sorprendido.

 — El joven amo debe despertarse, el joven amo se durmió muy tarde anoche aunque sabía que tenía que levantarse temprano. — las diez de la mañana era madrugar para los Flamel. — Tenía que hacerlo para que el joven amo estuvieran muy despierto para su cumpleaños. — Harry rodó los ojos y se dispuso a enjabonarse rápidamente.

 — Ebby, la próxima vez avísame.

 — El joven amo se hubiera negado.

 — No es verdad. — se quejó y la elfina entrecerró dramáticamente sus grandes ojos mientras cruzaba los brazos.

 — Hmm… preparare la ropa del joven amo. — Harry ni siquiera consideró pedirle algo en específico. Su madre se encargaba de traerle un conjunto cada vez que salían y aunque la mayoría de las veces eran demasiado ostentosas para su gusto, lo hacían muy pocas veces como para negarle la satisfacción a Perry.

Se lavó la cara y enjuagó el cuerpo, saliendo bastante apresurado, el realmente había perdido la tolerancia a los baños de agua fría, pero luego de cuatro años con los Flamel no lo podían culpar por terminar algo malcriado.

Las tollas absorbieron mágicamente el agua que quedaba en su cuerpo y envuelto en ellas volvió a su habitación donde un conjunto de túnicas blancas y plateadas le esperaba sobre la cama. Perenelle tenía unos gustos tan llamativos, ella misma hacía su ropa, era algún tipo de hobby macabro donde su madre jugaba a las muñecas con él, o eso sentía cuando ella se emocionaba al imaginar un nuevo diseño y de la nada tenía cintas métricas encantadas tomándole todas las medidas. Una vez estaba durmiendo una siesta bajo el gran roble cuando las malditas cosas aparecieron. Tuvo pesadillas con snitchs asesinas.

Decidió que era un caso perdido evitar ponérsela, su madre era demasiado buena con el chantaje emocional. Nunca lo admitiría pero hasta lo había logrado que se probara varios vestidos… con volados, encajes y muños.

Cuando bajó las escaleras, Nicolás lo esperaba mientras tomaba una dosis de su poción personal, había logrado hacer coexistir la poción pimentoníca y la Wiggenweld, aunque había quitado y cambiado tantas ingredientes que era algo completamente distinto, básicamente engañada al cerebro para que ignore la necesidad de dormir; los efectos secundarios eran un poco abruptos, uno podía pasar una semana despierto hasta que finalmente perdió sus efectos y simplemente quedaba inconsciente por el cansancio acumulado, o podía contrarrestarse con una gran dosis de sueño sin sueños, pero eso había probado terminar degradando el sistema nervioso, o por lo menos las ratas de laboratorio habían quedado catatónicas, las que habían sobrevivido. Nicolás solía diluirla con leche.

 — Vaya, Perry se ha auto superado nuevamente. — dijo en cuanto vio a Harry. El niño se abstuvo de hacer una mueca. — Ya quiero ver que nos traes la próxima vez cariño. — Perry sonrió y le pasó los dedos por el cabello peinando a Harry, nunca pensó que tener un cabello que obedeciera las leyes de la gravedad fuera tan agradable.

 — Es que mi niño es hermoso. Pero vamos Nicolás, nosotros aun debemos desayunar. — el hombre dejó su tasa que desapareció ni bien tocar la mesa.

Benny siempre estaba invisiblemente presente, al principio su costumbre de hacer las cosas desde las sombras podía llegar hacer un poco aterradora, especialmente por la sensación de tener alguien caminando más silenciosamente que un fantasma arreglando y limpiando las cosas ni bien se las dejaba de forma casi obsesiva. A veces el plato podía desaparecer ni bien terminase el último bocado o los calcetines salir disparados de los pies en cuanto se quitaba los zapatos.

 Acostumbrados al excéntrico elfo, los tres caminaron hasta una pequeña habitación heptagonal donde toda la decoración eran las fotografías de diferentes paisajes en movimiento y el techo de vitral de vividos colores que traslucían a la luz del día tenía forma de cúpula. Era la sala de las apariciones, el único punto donde las salas de seguridad dejaban aparecerse a los miembros de la familia o cualquier invitado.

Perenelle y Nicolás le tomaron uno de cada mano y con un crack, más un retorcijón de estómago, todos estuvieron un segundo después fuera de Bortimel el magnífico, un restaurante en el callejón Diagon donde acostumbraban a desayunar. En realidad Harry prefería la comida de Perry pero si comía algo antes de aparecerse terminaría devolviéndolo en menos de un minuto, y aunque una de las pociones que le había dado Nicolás ayudaba con eso ésta tenía un gusto horrible. Harry solo esperaba que con el tiempo lo superara porque realmente quería ser capaz de aparecerse sin tener que estar en ayuno cuando tuviera la mayoría de edad.

Luego de sentarse y de que un empleado tomara su orden, un café apareció frente a Nicolás, Perry eligió un desayuno a base de fruta y Harry una gran copa de leche de cacao con crema de nieve y sobre ella ranas de chocolates. Nicolás estaba luchando con una sonrisa mientras miraba a su esposa que estaba conteniendo las ganas de decirle a Harry que con eso cumplía su ración semanal de azúcar, pero al ser su cumpleaños tenía privilegios especiales y aún faltaba el helado de Florean Fortescue y el pastel después de la cena. Probablemente se estaba convirtiendo en un monstruo del azúcar, pero tenía años de abstinencia que reparar, no había probado lo que era el chocolate antes de conocer a Nicolás.

Cuando los tres habían terminado y pagado, empezaron su recorrido por las diferentes tiendas. La primera parada fue el Cofre de Encantica, una tienda de juguetes, por supuesto mágicos, y Harry obtuvo un nuevo tren para su colección y algunos adornos más para sus maquetas, en especial pasajeros, el gato de su padre tendía a comérselos. A los adultos les parecía bastante graciosa la enemistad entre Calister y él.

Perry arrastró a sus hombres a Brigitte Bautyland donde compró un par de gemelos hechos de oro y un brazalete de esmeraldas para Harry y se puso a curiosear los anillos que exponían, ella adoraba coleccionar ese tipo de parafernalias, con todo el tiempo que llevaba viviendo había conseguido una espectacular colección, sus favoritos eran los anillos de las antiguas dinastías y familias, tanto mágicas como muggles.

Llevaban ya dos horas recorriendo el lugar y apropósito sus padres ni siquiera se acercaron a la tienda de Quidditch, Harry le hubiera encantado tener una escoba, la sola idea de volar le ponía los vellos de punta de excitación, pero era demasiado difícil convencer a un acérrimo amante de los libros como Nicolás y a una madre sobre protectora como Perenelle de que tener una escoba no era un suicidio académico o literal. Iba a tener que conformarse con tener una escoba cuando estuviera en Hogwarts, e iban a ser las viejas escobas de la escuela.

La última parada fue Ollivander. Luego de unas pruebas a su núcleo mágico, Nicolás había decidido darle una varita aunque tendría un muy restringido uso de ella, Harry rodó los ojos cuando su padre le había dicho que si sobreexplotaba su magia cuando aún su núcleo se estaba desarrollando podría transformase en un squid, ni que fuera tan estúpido para intentar lanzar un patronus.

Cuando entraron a la estrecha tienda tuvieron que esperar varios minutos a que su excéntrico propietario apareciera. El bien conocido Ollivander les sonrió a los tres después de salir del oscuro pasillo, y se sorprendió a ver que ninguno de los dos adultos había obtenido sus varitas con él. Decidió no mencionarlo y centrarse en el pequeño mago.

 — Supongo están en buscan de una varita. — dijo viendo a Harry evaluativamente y el niño asintió. Ollivander no esperó ni un segundo más en medir su brazo y observar sus dedos antes de incursionarse en busca de posibles candidatas.

De las primero cinco que trajo apenas pudo sostener una, las demás fueron desechadas inmediatamente por Ollivander. Luego de una decena dejó de contarlas. Al final el propietario se quedó pensativo mirando a Harry durante cinco interminables minutos en vez de parecer frustrado como él estaba. El niño estaba empezando a sudar de ansiedad y cada cuanto miraba a sus padres que solo esperaban en un rincón de la tienda con inmutable paciencia. Tal vez esto no había sido una buena idea después de todo.

Al final Ollivander mascullo algo como «tal vez ella… pero no puede ser, no es…» cuando desapareció en la oscuridad del pasillo y luego de escuchar sonidos de pilas de cajas cayendo el hombre resurgió con una sola varita en la mano. Harry no estaba muy seguro, pero sintió el aire que le rodeaba electrizarse en cuanto estuvo cerca de la varita, pero eso no fue nada en comparación cuando la sostuvo. Una ola de calor y estática le recorrió desde la mano derecha hasta cada extremidad restante del cuerpo para luego liberarse en forma de luz y viento.

Esa era su varita.

 — Vaya vaya. — dijo Ollivander, mirándole con grandes ojos curiosos. — Esa varita es la hermana de aquel quien ni siquiera su nombre es pronunciado. Grandes cosas están destinadas para ella. — Harry se retorció bajo la mirada del propietario, tratando de aparentar de que él no tenía idea de lo que estaba hablando el hombre. — 28 centímetros de madera de acedo, con núcleo de pluma de fénix. Muy curioso…

 — Felicitaciones hijo. — dijo de pronto Nicolás, apoyando su mano en el hombro de Harry. — Ahora puedes ir con tu madre a Flourish y Botts mientras pago. — Harry se limitó a asentir antes de abandonar de un salto la silla larguirucha de la tienda, ansioso por salir de ahí.

Perry le sonrió cuando tomó su mano y ambos salieron rumbo a la librería.

 — Eso fue raro. — masculló Harry a su madre que sintió. — ¿Crees que él…?

 — Oh, tu padre lo solucionara, no te preocupes cariño. Ahora, vamos a conseguir libros nuevos para que Nicolás se ponga de buen humor.

 — No entiendo como él puede comprar hasta los de ese farsante de Lockhart.

 — Los coleccionistas pueden ser muy extremos. Y ha comprado cosas peores.

Harry solo se rió y se separó de Perry en cuanto entraron a la tienda. Otra restricción que realmente detestada era no poder elegir sus propios libros, porque aunque su padre tuviera probablemente la biblioteca más completa de la historia, tanto muggle como mágica, él solo podía acceder a determinados títulos; y no que pretendiera leer libros sobre magia oscura, prohibida o peligrosa, él solo quería alguno libros de Quidditch o algo para distender sus cabeza que no fueran las novelas complicadas que solía darle su madre. Así que solo podía verlos cuando iban de compras.

Pasó su mirada por los diferentes títulos hasta que encontró Inmortales sobre escobas: cómo sobrevivir a caídas y Bludgers. Cuando sus dedos fueron alcanzar el libro, Harry retrocedió al ver que otras manos hacían lo mismo. Al mirar a su lado encontró a un niño rubio con el ceño fruncido. Él realmente no había visto otro niño desde que vivía con los Flamel, por su puesto en las pocas veces que salían se cruzada con alguno, pero no había estado tan cerca de alguien de su edad desde hace cuatro años. Hubiera preferido fuera un adulto, Harry no estaba acostumbrado a tratar con niños y la mirada molesta del chico no ayudaba particularmente.

El niño rubio ya había tomado el libro del anaquel y Harry tomó el siguiente en la fila. Estuvo unos segundos debatiendo consigo mismo donde podía ir a ver el libro sin tener la mirada gris y penetrante escrutándole, pero antes de que se pudiera decidir el otro niño empezó hablarle.

 — Los jugadores de Escocia deberían leer esto, cinco de sus jugadores quedaron inconscientes en la primera ronda del mundial. — dijo a Harry sacándolo de su sopor.

 — Vaya ¿los fuiste a verlos? — Harry ni siquiera había considerado hablar mucho del tema en su casa, Nicolás tendía a darle tareas si veía que su hijo estaba lo suficientemente distraído como para andar pendiente de esas cosas.

 — Por supuesto — elevó la nariz el niño, en una mueca que le pareció muy graciosa a Harry. — Mi familia tiene uno de los mejores lugares en las tribunas.

 — Habrá sido genial. — dijo con un suspiró.

 — ¿No fuiste? — preguntó bastante sorprendido el otro niño, la mayoría de los purasangre habían asistido al mundial de ese año.

 — No. — masculló Harry, luego se acercó un poco al niño y susurró. — Mis padres ni siquiera me dejan tener libros de Quidditch. — los ojos grises se abrieron completamente.

 — ¡Son terribles! — chilló, y Harry chistó para que bajara la voz, su madre no estaría muy lejos.

 — Lo sé, tendré suerte si no me obligan a tomar un juramente inquebrantable para mantenerme lejos de las escobas cuando vaya a Hogwarts.

 — Santo cielo, y pensaba que mis padres eran exagerados por no comprarme una escoba de carreras. — Realmente no estaba siendo del todo sincero, en primer año había clases de vuelo y él tendría que cursarlas si o si, por lo que sus padres no podían hacer algo como un juramente inquebrantable –ni tampoco estaban tan trastornados –pero era bastante divertido dramatizar.

Además, sentía que ese niño entendía que no estaba diciendo toda la verdad, era simplemente una forma de expresarse. Tampoco él había creído su comentario sobre los jugadores de Escocia, algo así habría salido en El Profeta. Siguieron con su conversación hiperbolizada hasta que de pronto el niño rubio se tensó. 

 — Padre. — susurró el rubio, y buscando a su alrededor Harry no tuvo que ser un genio al adivinar que el sujeto de porte aristocrático y cabello platinado que acababa de entrar era el padre del niño. Aquel hombre se acercaba a un par de mujeres conversando, y una de ellas era Perry, la otra sin duda era la madre del chico rubio.

 — Tu madre parece conocer a la mía. — comentó sin demasiada importancia. Perenelle conocía a casi todo el mundo que merecía ser conocido, o algo así decía Nicolás.

 — Por cierto, no me he presentado. — dijo el rubio arrastrando las palabras. — Draco Malfoy. — le tendió la mano, y Harry procesó que al parecer Draco decidió que valía la pena formar un lazo más estable que simples chicos que coincidieron en gustos literarios.

 — Encantado, Lawrence Le Blanc. — contestó aceptando el gesto. Ahora Harry entendía porque había tantas fiestas sociales que parecían pura parafernalia, era ciertamente regocijante captar la atención de alguien.

 — ¿Le Blanc? ¿Eres pariente de Merle Le Blanc?

 — Sí, es primo primero de mi padre. — y por supuesto eso era mentira, parte de su falsa identidad y aquel Merle, un importante boticario francés, era amigo de Nicolás que había necesitado un borrón y cuenta nueva. — ¿Cómo lo conoces? — porque aunque Merle era una figura prominente, no se esperaría que un niño supiera de él.

 — Mi tío es un maestro de pociones. —   y Harry realmente no necesito más explicación, era más que probable que su tío le diera lecciones, algo normal entre familias purasangre.

 — ¿Lawrence? — Harry se tensó cuando escucho la voz de Nicolás desde su espalda. Devolvió rápidamente el libro a su lugar antes de girar a su padre.

 — ¿Si padre?

 — Veo que has conocido al joven Malfoy. — dijo el hombre asintiendo hacia el niño rubio. — Fausto Le Blanc. — estrechó la mano con el niño, dándole una benigna sonrisa.

 — Draco Malfoy, encantando de conocerlo señor Le Blanc. — correspondió el niño, perfectamente entrenado en los modales purasangre.

 — Sería mejor que nos unamos a tu madre. — instruyó suavemente Nicolás y cuando Harry se dispuso a seguirlo Draco los acompañó.

Harry se quedó anonadado entre las presentaciones, su madre y Narcisa –como se había presentado la madre de Draco –hacían la mayor parte de la conversación. Lucius y Nicolás solo tuvieron con intercambio cortes. Los niños se quedaron educadamente callados, Draco acostumbra a ese tipo de escenas solo miró a los adultos con un ligero aburrimiento, mientras Harry absorbía el intercambio. Había encontrado bastantes datos curiosos; a pesar de las sonrisas encantadoras de las mujeres, Harry podía decir que Perry no estaba realmente feliz, era solo educación, se podía ver que era igual para la madre de Draco. Lucius se mantenía cortes y a la vez indiferente, y Harry no tenía idea de cómo el hombre podía lucir de esa forma tan naturalmente. También podía decir que Nicolás ni siquiera estaba prestando atención a la conversación de las mujeres, aunque lo simulaba muy bien su mente estaba a mucha distancia.

En algún momento las despedidas comenzaron y ambas familias se separaron. Harry aún estaba muy curioso y no pudo evitar mirar sobre su hombro buscando a esa familia de rubios y elegantes magos y cuando vio a Draco mirándole le sonrió. Tal vez podría cartearse con el chico, no creía que sus padres vayan a oponerse ante eso y sería algo más entretenido que hacer además de leer y estudiar.


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