Nunca he terminado una historia y tal vez jamás lo haga, pero alguna de ellas simplemente quieren un poco de luz, atención, por eso abrí este blog, para darles un pequeño espacio que no me comprometa demasiado.




miércoles, 18 de febrero de 2015

FEATÓN ~ Fanfiction: Tokyo Ghoul

FEATÓN
TOKYO GHOUL
Para Ken las vacaciones de navidad terminaban ese día, él tenía una sensación de pesadumbre que prefería ignorar con un poco de lectura. Las fiestas navideñas habían sido un evento poco trascendente, su madre había pasado menos tiempo en casa, si era posible, aprovechando las festividades tomando algunos turnos extras bien pagados. Ken quería estar contento, entender el sacrifico de su madre, pero solo lo embargaba una sensación de frustración y rencor que no quería explorar. Era mucho mejor seguir leyendo y esperar a que las horas pasen.
Una vez Hide volviera de sus vacaciones en Kioto todo sería más fácil. Tener alguien alrededor era una gran diferencia, aunque sea por unas horas. Además la presencia de Hide tenía la peculiar habilidad de apagar cierta parte en su cabeza.
Suspiró y dejó el libro a un lado, en la pequeña pila de libros que había estado releyendo ese día. Aún tenía un par libros por leer que habían sido su regalo de navidad, pero prefería tomárselo con calma, leyendo lentamente y degustando cada uno. Los libros nuevos era un placer poco frecuenta últimamente.
Cuando miró el reloj supuso que era un buen momento para empezar a calentar la comida. Su madre llegaría más tarde pero por lo menos ella no comería la cena de la noche anterior completamente fría.
Luego de encargarse de eso se acostó a dormir y no escuchó cuando su madre llegó.
La mañana siguiente no se sorprendió al ver el futon de su madre de nuevo arreglado. Según sus cálculos ya debían ser las nueve de la mañana y ella habría salido hace unas horas.
Bostezando, decidió comenzar su día preparando el desayuno, o tal vez si tenía suerte su madre le había hecho algo. Tanto como deseaba que lo hiciera esperaba que no fuera el caso. No quería ser una carga más para ella. Además tostar un par de panes y hervir un huevo no era realmente un trabajo difícil para un chico de diez años.
Pero ese amigo tuyo ni siquiera sabe hervir arroz.
«Para un chico responsable de diez años.»
Cuando salió a la pequeña sala, caminó a la cocina y tuvo que detenerse un segundo al notar que el plato que dejó sobre la mesa estaba sin tocar. No sería la primera vez que su madre no volvía a casa pero no pudo evitar cierta decepción y algo más subyacente en el sentimiento de pérdida.
¿Cuánto tiempo hasta que ella decida irse?
«Cállate»
Caminó a la cocina rápidamente para llamarla desde el teléfono y fue cuando cruzó el pasillo que se enfrentaba a la puerta principal que encontró el cuerpo de su madre tirado en el piso, aun con los zapatos puesto y la llave de la casa en una mano.
Oh.
Se precipitó rápidamente hacia ella y la sacudió innumerables veces hasta que corrió a llamar a emergencias. Quince minutos después de eso llego la ambulancia, con sus sirenas sonando.
Los paramédicos lo hicieron retroceder y apenas podía ver desde su posición como revisaban a su madre aun inconsciente. Mientras que uno rellenaba un formulario otro se acercó, con una sonrisa vacilante y una mirada intranquila… Ken no tuvo un buen presentimiento.
— ¿Hay alguien más contigo? — le preguntó y Ken solo negó con la cabeza, mirando de soslayo a su madre. El paramédico le envió una mirada preocupada a su compañero y éste salió a fuera hacer una llamada.
— ¿Conoces el número de alguien que podamos llamar? Tenemos que llevar a tu mamá al hospital.
Ken rápidamente le dio el número de su tía y se preparó para salir con ellos al hospital con la esperanza de encontrarse con su tía directamente en el lugar. Cuando llegó se llevaron a su madre inmediatamente y lo mandaron quedarse en la sala de espera, diez agonizantes minutos después su tía llego al hospital viéndose desaliñada y agitada.
Él se acercó a la mujer desorientada pero un médico fue más rápido. Ella le hizo señas que esperara y fue a hablar con el hombre y luego se unió una mujer que también llevaba una bata prístina y los tres entraron a una habitación. Ken miró hacia la recepcionista que estaba atendiendo una llamada y decidió seguirlos. Dobló el pasillo, y fuera de la vista de la recepcionista, apretó su oreja contra la puerta.
— ¡No es posible! — escuchó inconfundiblemente a su tía. — Debe haber un error. — gritó ahora y uno de los médicos trató de tranquilizarla.
— Lo lamento mucho. — dijo la doctora. — Pero ya no hay nada que podamos hacer, ella se fatigo hasta la extenuación.
— Tsumeko no puede estar muerta. — dijo entre lágrimas contenidas su tía y Ken se paralizo detrás de la puerta.
Ellos estaban mintiendo, no habia otra explicación. Su madre debía estar durmiendo... ella estaba tan cansada. Solo estada durmiendo.
«¡Ella está sólo cansada!»
Él se alejó de la puerta, aun escuchando sollozos silenciados y sin pensarlo realmente entró en la habitación donde habían dejado a su madre. La puerta estaba abierta y ya no había nadie ahí. Cuando entró sólo vio una camilla con un cuerpo completamente cubierto. Ken se acercó lentamente pero con pasos constante. Esa no podía ser su madre, era absurdo que alguien le cubriera el rostro de esa forma cuando ella solo estaba durmiendo.
Cuando estuvo a menos de un paso del cuerpo estiró su mano y quitó la sabana. Era efectivamente su madre aunque se veía completamente gastada, delgada hasta el punto que sus mejillas se hundía completamente y sus ojos sobresalían aun con los parpados cerrados. Su piel era más blanca y brillante que las sabanas y su pelo era un revoltijo sin forma mientras su boca estaba ligeramente abierta. La respiración de Ken se trancó en su garganta y golpeó el hombro huesudo de su madre buscando cualquier reacción. Nada sucedió y lo hizo de nuevo, y de nuevo.
Y de nuevo...
Y luego gritó y tiró su cabello y sus brazos... nada sucedía y fue en medio de ese frenesí que un enfermero lo encontró y lo obligó a separase del cuerpo inerte entre gritos y pataleos. Su tía llegó poco después y el no quiso acercarse a ella. Su mente era un revoltijo de sentimiento demasiado puntiagudos que se hundía en todo lo que podía pensar, intoxicándolo con rabia, dolor y miedo. Mucho miedo, estaba completamente solo ahora.
Ella se ha ido.
«No. Por favor, no.»
Varias horas más tarde él despertó en una de las camillas del hospital. Completamente solo en medio de la noche. La oscuridad apenas era atenuada por la luz que entraba por debajo de la puerta de su habitación. Tenía frio, un frio poco natural y sentía nauseas. Cuando quiso sentarse uno de sus brazos dolía y vio en él una bandita. Lo habían sedado… habia leído muchas veces de como las personas pierden de pronto la cordura, entrando en un estado alterado y muchas veces la mejor opción para tranquilizarlos es dejándolos inconscientes, así no podrían dañar a nadie ni a sí mismos.
Se sentía violado y las náuseas solo aumentaron cuando recordó plenamente la razón de su ataque.
Corrió por el pasillo del hospital en busca de un baño y cuando lo encontró vació su estómago en una de las tazas. Después de que las arcadas mitigaron sus rodillas ya no tenían ninguna fuerza para levantarlo nuevamente y todo su cuerpo dolía de una forma tan profunda que sentía que jamás sería capaz de levantarse por sí mismo. No sabía cuándo minutos pasaron, en completo silencio, tratando de no pensar en nada, pero en algún momento escuchó la puerta de los lavados abrirse. A él le hubiera gustado esconderse, o por lo menos ocultar su rostro, pero a pesar de su vergüenza no era capaz de mucho más que mirar el suelo.
— ¿Kaneki-kun? — dijo la voz de un hombre. Ken apenas alzo los ojos para verlo. Era un médico que no habia visto antes, con una mirada amable y canas comenzando a aparecer a los lados de las orejas.
— Lo siento, yo no me sentía muy bien. —explicó Ken, porque sentía que debía hacerlo. El hombre lo miraba con preocupación y luego se acercó muy lentamente, esperando no asustarlo.
— Entiendo, pero el piso debe estar muy frio. Dejame ayudarte a llegar a tu habitación, necesitas descansar. — Ken asintió y aceptó la mano del doctor.
Una vez de pie su equilibrio era precario pero cuando casi cayó el hombre lo sostuvo firmemente de un hombro y le dedicó una sonrisa amable.
— Vamos.
Cuando llegaron a la puerta de su habitación le medido se giró a verlo.
— Debes descansar y pronto estarás bien.
— ¿Qué sucederá con mamá? ¿Dónde está la tía Tsukiko? — el médico le volvió a sonreír dándole una palmadita en el hombro.
— No tienes que preocuparte por eso, todo estará bien. —él dijo y lo envió a la cama.
Antes de que cerrar la puerta Ken lo miro por última vez, de nuevo el sueño comenzaba a filtrase rápidamente. Lo último que notó fue la identificación del amable doctor.
Kanou Akihiro.
«Kanou Akihiro»
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Notas

Es una idea que tuve hace un tiempo y publique solo en AO3, en inglés (bastante rudimentario, porque soy un asco en inglés). De cualquier forma decidí retocarlo un poco y ponerlo aquí también.
Estoy trabajando en una secuela que se llama (por ahora y sin planes de cambiar por el momento) Caronte. Esperemos que pueda publicar algo antes de 2020 (es broma… espero).
Y si alguno tiene preguntas sobre las “voces” tendrá que esperar un poco… bastante… para la explicación (lo siento).
Otra cuestión importante, yo en realidad no soy muy hábil con el romance, pero me gustaría que Kaneki tenga algún interés especial en alguien. Cualquier propuesta será considerada, así que ¿alguna idea?

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